martes, 17 de agosto de 2021

Company

     Pocas veces en mi vida recuerdo que me haya molestado la soledad, hasta que empecé a teletrabajar.

Ni siquiera entonces lo sentí de inmediato, con mi hermano en situación de ERTE quedándose conmigo una buena parte de las noches para amenizarme las jornadas. Sin embargo, cuando se reincorporó a su puesto, la inmensa negrura del cielo pareció echárseme encima y engullirme entera.

Los dígitos del reloj parecían no avanzar y el silencio se llenó de ruido blanco. Traté de llenar los espacios de compañía virtual, pero me costaba concentrarme en los diálogos de películas y series que se perdían en el abismo opaco de la madrugada. Algunas veces trataba de hablar con mi novio de entonces, que también trabajaba de noche, pero su conexión era demasiado inestable y es evidente que sus prioridades eran otras. 

Con el otoño llegó el sol a mis noches, un haz de luz particularmente hermoso, luminoso, cálido y dulce. Pensé que ya no volvería a pasar ni una noche más sola...

... pero aquí estoy, conmigo misma. Me gusta su fresco aroma a rocío, y disfrutar de los colores del amanecer cuando el sol comienza a arrastrarse por el lienzo celeste. Me gusta el canto sincopado de los grillos y cómo su respiración se ha convertido, desde la habitación contigua, en el nuevo soniquete que rellena el ruido blanco de mis desvelos.

Ojalá pudiera abrazarle para dormir y despertarme, descansada, con un beso.

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