domingo, 24 de enero de 2021

Gone.

Me has dado la excusa perfecta para salir corriendo, huir de este espacio de batallas campales y acusaciones veladas, para plantarme en su casa hecha un mar de lágrimas temblorosas. «Me ha dicho...»
Cuántas cosas me has dicho, señor. Y él no quiere oír nada. Se traga la rabia como yo me trago la pena, me abraza en silencio, ya pasó, ya está, mi niña. Yo solo quería paz, la de sus brazos fuertes y sus besos en la frente, la de una camiseta con su olor, la de sentir su piel envolverme. Yo solo quería esa intimidad tierna de vernos desnudos, mirarnos con amor y besar todos los rincones, de adoramos con paciencia y ganas, de llevar el amor por bandera.
Pensé y supe que vendrían muchas adversidades, especialmente de aquellos con quienes compartíamos espacio. Que usarían nuestras posiciones para tratar de hacernos daño; pero no esperaba que el primer ataque viniera, como una bola de demolición, de alguien que es como familia para mí.

Supongo que al final me ha venido hasta bien. Duele como hundir una herida fresca y profunda en vinagre, pero es efectivo, por otro lado: he comprendido que la persona a la que añoro, el hombre dulce de los «mi pequeña, mi gorriona», al que le gustaba hacerme cosquillas, que siempre lo veía todo positivo, que tenía las caricias más tiernas del planeta y era todo calor..., Esa persona, mi amor, mi primer amor, ya no está. No existe. Se ha ido.

No puedo querer ni añorar esto en lo que se ha convertido.

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