miércoles, 13 de enero de 2021

Adoraba, adoraré, adoro...

Estudié la ropa agrupada en un orden aparentemente arbitrario sobre la cama, dispuesta a regresar a la universidad. A casa. Por mucho que me molestaran las decisiones y medidas de las instituciones y el gobierno, que en mi mente categorizaba de apresuradas y egoístas, la idea de volver a pasear por entre sus laberínticos muros y pasillos, sus maderas, sus artesonados, sus estrados, sus gastadas pizarras oscuras y la fresca humedad de las clases, ponía mis entrañas a bailar de ilusión. Adoraba (adoro) su olor, su color, esa intensidad que casi se te pegaba al paladar entre los viejos folios de la biblioteca. Adoraba (adoro) la forma que tiene la luz de incidir en el espacio, alargando las estancias, casi zahiriendo los ojos con su blancura rebotando en las paredes. Adoraba (adoro) el sabor del café y su calor entre las manos cuando lo comparto con alguien que merece la pena.

*

Adoraba... adoro... adoraré llegar por el patio de atrás, perdida entre mi libro y tratando de no tropezar a la vez, solo para levantar la vista del amarillento papel reciclado y encontrarme con su silueta en lo alto de la escalera, admirando divertido mi despiste con esos inquisitivos ojos café. Adoré, adoro, acercarme corriendo y verlos cambiar de color, el iris matizado por la claridad y las pupilas creciendo hasta tragárselo todo. 

Me encanta la sorpresa de encontrarle en mi espacio, esperándome, buscándome. Me encanta ese gesto perfecto de encontrarle en cada rincón, centrado en robarle 20 minutos al día.

2 comentarios:

  1. Porque el tiempo, que le robe al tiempo no es suficiente.
    Porque él corre más que yo, porque él siempre va por delante
    Por lo que, si quiero robarle, que sean pocos minutos, pero intensos en ellos

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