martes, 5 de mayo de 2015

Postureo, anhelo y Cien años de soledad.

Hoy se ha hecho un photocall en el instituto para conmemorar el pasado día del libro. No podía perdérmelo, así que me he acercado en el último minuto y me he encontrado de todo:
Postureo, por descontado. Había personas hablando sobre libros cuyas historias conocían a través del cine, de un amigo o de una reseña en internet.
La pasión de personas como Zoe o Germán, con auténtica devoción por los libros.
Gente que solo quería perder clase. Un poco de todo.
No solo me he hecho fotos con mis menores sino que Hipólito me ha grabado hablando sobre Cien años de Soledad:
-He traído mi ejemplar de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, porque es uno de mis preferidos. Es premio nóbel de literatura y máximo exponente del realismo mágico.
» Lo que más me gusta de él es esa habilidad de GGM para manipular la mente: te hace imaginar lugares y personas de forma intuitiva, cosas que no describe. Hace de lo cotidiano algo maravilloso, y de lo inverosímil algo tan mundano como un pájaro surcando el cielo.
» Insto a todo el mundo a leerlo porque es un libro maravilloso.

Me ha parecido un resumen bastante conciso, no tenía mucho tiempo. Y sin embargo, darme un par de minutos para hablar de un solo libro...
Podría hablar de lo bien definidos que están los personajes. De lo sola que me sentí cuando murió Úrsula Iguarán, o Aureliano Buendía. De la locura de Meme, la guerra, de la evolución de Macondo, de ls ciencia de los gitanos, de Melquíades.
Quería decir que fue la clase de libros que marcó un antes y un después en mi vida. No lo devoré con el ansia de un lector novato e impaciente, sino que lo descubrí lentamente, sumergiéndome. Viví en Macondo varios días, sin prisa pero sin pausa, conociendo cada rincón sin descirbir, imaginando los gestos de los personajes. Y cuando lo acabé no hubo llanto, pérdida o alegría; sino que deseé no haberlo leído jamás para volver a encontrarlo de nuevo.
Lo que en otros libros es como sexo intenso y rápido fue una lenta relación amorosa en Cien años de soledad. Diría que fue mi primera lectura adulta, y pasarían varios meses y muchos libros antes de que pudiera encontrar una sensación parecida de nuevo: alegría, ternura, sosiego, nostalgia. (El afortunado fue Ken Follett con "La caída de los gigantes".)
Desde entonces una parte de mí vaga por Macondo. En mi idea de Macondo, con esas personas que nunca mueren, con lo real maravilloso, con el hielo y los pescaditos de oro.

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