martes, 27 de mayo de 2014

Changes!

Cuando alguien siente necesidad de cambiar, usualmente es para bien. Es porque te has dado cuenta de que algo no funciona como tú quieres, o como alguien quiere, o simplemente no es efectivo en absoluto.
Un cambio radical de imagen implica que estás dispuesto a cambiar algún aspecto importante de tu persona, ¿o no es un mito que si una chica cambia bruscamente de peinado es que su pareja correrá la misma suerte en un futuro cercano?
Cuando reformas tu casa, también te entran ganas de hacer algo nuevo, de elegir muebles, de pintar y mover, todo con tal de ver pronto el resultado final. Para mí, una obra (además de un absoluto lastre) es una forma de auto-ilusionarme.
Hace meses que mis padres barajaban la idea de darle un cambio de aires a mi dormitorio, el cual comparto con mi hermana. Nada extraordinario, mismo mobiliario y supongo que misma colocación, solo un poco de pintura, quitar la madera azul de la pared..., esas cosas. Me parecía maravilloso, y absolutamente necesario. Llevo casi diez años durmiendo ahí y no recuerdo que se haya pintado ni una sola vez, o cualquier otra cosa. Es la primera habitación de la casa para todo, puesto que allí dormían mis hermanos antes de que yo cediera mi cuarto para ocupar el lugar de mi hermano junto a mi hermana.
Y sin embargo... alerta alarma adolescente. Es mi cuarto, lo peor que pueden hacerme es cambiarlo o quitármelo. El mero hecho de no haber podido tirarme en la cama antes de ir a clase esta tarde ya me ha dejado con mal sabor de boca y un dolor de espalda horrible. Me gusta tal y como es, la única habitación de la casa (además de la salita de estar) con madera en las paredes, todo azul, amarillo y blanco, muebles blancos, una ventana enorme para que entre la luz solar a todas horas (y un fresquito delicioso por las noches). En especial tengo una obsesión con la madera. No era especialmente buena, estaba combada y vieja, o eso afirma mi padre. Era de un exquisito color azul, como el cielo un mediodía de verano, simplemente perfecto. No estaba pintada completamente lisa, ni mucho menos, sino que parecía que le hubieran dado brochazos en forma circular, o que viéramos su color a través del agua. Era cálida, bonita y original, no como todas las paredes de la casa, desnudas y frías con su pintura.
Ahora mismo es un pequeño arrebato adolescente, lo doy por hecho. Además, me he hecho tantas fotos con ese azul de fondo que ni a la fuerza lo olvidaría, ¿no es así?
Me da la sensación de que estoy escribiendo sandeces. Ojalá pudiera cambiar, sí, pero hacia atrás, hacia la madurez del perenne careto de amargada que traía veinticuatro horas al día.
Mejor me voy a por comida y me callo ya...

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