lunes, 27 de diciembre de 2021

Un año vista.

    Echando la vista atrás, lo mismo podría parecer un año que un siglo de todo aquel torbellino de emociones, decisiones, dudas, miedo y pena. Sé que ya lo he mencionado antes, pero ahora siento que en el borrón difuso del transcurrir del tiempo hay tendencias luminosas, puntos de color brillante que conforman el telar de una de las etapas más maravillosamente mágicas y bonitas que he vivido.

Por supuesto me quedo con absolutamente todo, porque lo bueno estuvo también aderezado por el contraste con lo malo. Me quedo con cada ansiada llamada en la misma medida que abrazo cada hora que no dormí y desde luego no cambiaría ese paseo en noria por la culpa que sentí después. El mundo no ha cambiado, pero tanto mi vida como yo misma; supongo que madurar también consiste en contar la historia completa sin omitir la parte en la que eres culpable.

No sé si eso lo leí en alguna parte o viene de mí misma (no lo creo, no soy tan original), pero el caso es que, con el tiempo, me ha ayudado mucho. Creo que fue mi terapeuta quien me dijo que sería mucho más feliz si dejaba de intentar de ser la persona inocente de todas las situaciones y con el tiempo lo he procesado para comprender que cada una de las personas que han pasado por mi vida tienen su propia versión del tiempo que hemos compartido juntos. 

Así que, un año después de romper con mi primer amor, puedo decir que he aprendido muchísimo. Lo más importante, quizá, es que las personas pueden tener más facetas que las que conocemos de ellas, caras de sí mismos que salen a relucir en determinadas situaciones solamente, caras que ni ellos mismos tienen por qué conocer. También he aprendido mucho de mis propias emociones y de mecanismos para gestionar algunas de las experiencias más duras que he vivido, y cómo sobrevivir a ellas. 

Así que gracias: a quien quiera leerme, a quien quiera darse por aludido, a quien haya estado en mi vida y a los que se han marchado también. Todos me habéis dado algo. Gracias.

2 comentarios:

  1. De nada, porque no tienes que darme las gracias
    Siempre estaré ahí para darte todo el apoyo que necesites
    Eres mi luz en la oscuridad, mi pilar en mis problemas, mi hogar de refugio, gracias a ti por hacerme cada día mejor persona

    ResponderEliminar
  2. Leer tus respuestas a mis desvaríos debería estar entre los placeres de la vida. De la mía, al menos. Te amo, pingüinito

    ResponderEliminar