domingo, 6 de diciembre de 2020

Happy coincidences.

De noche, en el borrón difuso y gris que es mi vida, aparece una chispa de color al otro lado de la pantalla, en algún punto de la ciudad. Qué feliz coincidencia, pienso, este brochazo brillante, espontáneo y bello. Él, a veces, es eso: una colección desordenada de colores primarios en un cristal atravesado por haces de luz, como una vidriera con nombre y apellidos.
Una broma con un poco de inocente picardía y él se finge indignado: «Piratilla, ¡canalla!» me llama. Enseñándome a reír de nuevo, realeccionando mis recuerdos con esa voz que más que hablar, acaricia; con esas manos que quisiera coserme a la piel, con una calidez en esos ojos negros que querría robar para añadirle al café de por las mañanas.

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