jueves, 31 de diciembre de 2020

Bae.

Ya no recordaba lo que era romper con alguien, pero también es cierto que nadie me había tocado de verdad en el corazón.
Mi primer amor.

24 horas han puesto en entredicho todo lo que tenía por más o menos seguro. La terapia me enseñó que, enunciando cosas de forma simple, llegamos más fácilmente a las conclusiones y a las verdades que necesitamos, así que lo voy a intentar.

1. Todo comenzó el año pasado, en septiembre (de 2019, se entiende). Yo comenzaba mi último cuatrimestre de carrera y mi novio hacía lo mismo con su TFG.
«Esto no es suficiente para mí», me dijo. «Quiero proponerme algunos objetivos más.»
Los meses se sucedieron sin que esto ocurriera, sin que yo le viera esforzarse en nada de lo que había dicho querer para sí. Mientras, yo seguía quemándome en un trabajo infeliz, en una carrera que me hastiaba, haciendo un esfuerzo titánico por combatir mi trastorno alimenticio y seguir dedicándole tiempo al gimnasio. Él era mi chispa de felicidad en una vida triste, pero no dejaba de suponer un esfuerzo extra por mantenerme activa cuando lo único que deseaba era desaparecer.

2. Llegó una pandemia y nos encerraron. Pasar tiempo conmigo misma me obligó a enfrentarme a los problemas que llevaba más de un año ignorando: no era feliz, me frustraba sentirme consumida por mi trabajo y mi entorno, estaba estancada en unas dinámicas que ya no me llenaban.
El encierro no ayudó a mi relación.
Yo trataba de redescubrirme, de reorientar mi hambre de crecer y despegar. Él no hacía nada, pero yo le echaba de menos igualmente y a la vez me quemaban sus demandas de atención.

3. Nos volvimos a ver. Volvieron la chispa, la pasión y las ganas, pero yo ya no era la misma persona.
Por primera vez, sentí que yo era la única persona que se estaba esforzando dentro de la relación para buscar un futuro mutuo y, frustrada y cabreada, abandoné mis sueños. Decidí buscar un futuro solo para mí misma, persiguiendo mis objetivos y que «el hiciera lo que viera conveniente»
Por primera vez fuimos él y yo, y no nosotros.

4. Durante el verano, intenté reconectar. Nos llevé a Cádiz, donde comencé a sentirme incómoda. Quise ir a la playa, quise moverme y hacer senderismo, pero él siempre estaba demasiado cansado. ¿Cansado de qué? Me preguntaba, irritada.

Por aquellos momentos le hablé de mi necesidad de que voláramos de una vez. Necesitaba compromiso, madurez, una vida común. Necesitaba sentirnos juntos. Él estableció el límite en un par de años, en el final de mi máster.

Un par de meses después, en Portugal, volví a hacer de tripas corazón para hablarle por primera vez de mis problemas con nuestras dinámicas de madre e hijo. Él se ofendió levemente ante la idea de que yo le considerase un niño pequeño para algunas cosas, pero tampoco me había dado nada más. Prometió pensarlo, pero nada cambió.

Entregó el TFG tarde y mal, después de una intentona fallida tras la que juró esforzarse por subir nota. Ningún otro objetivo cumplido.

5. Pasados dos meses, cambié de superior en la empresa. Mi jefa se marchó al departamento de jurídico y mi ex-compañero se convirtió en mi nuevo responsable.
Diego, por supuesto, fue la manifestación y personificación de nuestros problemas.

Conocer a un hombre de 31 años, maduro y seguro, me resultó interesante y fascinante. Después, las llamadas y las videollamadas y muchas horas diarias de compartir información y opiniones. Todo cada vez más intenso e íntimo, hasta que tuve que reconocerme que estaba pillada y que debía tomar una decisión.

Mientras: una cita preciosa. Un ramo de lirios blancos. Una medalla a la "super agente del mes" y toneladas de francés.

6. Iba a romper con Ale. Cuando más lo pensaba, más dolida estaba con él por la manera que había tenido de gestionar nuestra relación, sin progreso, sin chispa, sin sorpresas; pero él me convenció de darle una segunda oportunidad. Durante semanas, en lugar de escucharme, se volcó en mí: en regalarme, llevarme y traerme.
No era eso lo que yo quería. Yo buscaba madurez, voluntad, compromiso, ahorro..., Buscaba lo que había encontrado en Diego. Alguien junto a quien pudiera crecer.

Fue la etapa de llorar mucho, y no la única. Ale me convenció de seguir intentándolo y yo reuní fuerzas para una prolongada agonía de esperar a verle organizar, buscar, trabajar y sentar bases sólidas para ser quien yo sabía que podía ser.

Pero orientó mal sus esfuerzos. Dos meses diciendo que se apuntaría a una academia, estudiando para el noken sin saber cuándo es la fecha del examen, haciendo ejercicio sin dieta, sin pesar la comida y sin acordarse siquiera de pesarse. Su despiste en pleno apogeo.

Pero..., Tan dulce. Sus caricias, esa ansiedad omnipresente que me mataba por dentro. Mi amor por él creciendo exponencialmente, a pesar de mi irritación, mi hastío y mi pena.

Me dijo que nos mudásemos, pero yo no veía que pudiera ofrecerme un futuro. Qué rabia, todo lo que yo una vez quise, frente a mí..., Tarde.

Y todas esas cosas que dijo y que me mataron por dentro: «Eres buena persona en el fondo» «Tus problemas con la comida han hecho mucho daño»

7. Volvimos a vernos. Fuimos a la sierra y a Granada, y el segundo de ambos fue catastrófico. No paraba de pensar que él no puede ser lo que yo quiero que sea. La culpa me comía viva.

8. Navidad. Preciosa navidad y un picnic casero. Regalos que hablan de alguien que me conoce. Detalles maravillosos para mi familia

Pero todo lo demás sigue ahí. Sale mucho con su familia, pero no le veo matarse a buscar trabajo, currar como un cabrón ni apuntarse a la academia. 
Diego, mientras, me presiona. Todos me presionan, todos preguntan.

9. El final y mil preguntas. ¿Por qué le echo tanto de menos, si hace meses que solo nos vemos esporádicamente? ¿Por qué siento que me he equivocado, aunque mis bases y lógicas son intachables y sólidas? ¿Por qué ya no veo mi futuro con Diego, por qué se me ha caído todo? ¿Por qué me aferro a la idea de que mejorará y progresará y volveremos?

Ojalá leyeras esto y pudieras decirme por qué a todo. Sé que te pedí que no lo hicieras por tu propio bien, pero me muero de ganas de hablarte y no sé cómo. No paro de revisar tus perfiles y me quema esa ausencia de 27 en los ojos.

Es irónico e infantil que no estuviera segura de si te amaba y ya no me cabe duda de que sigo enamorada de ti.

Sabes que me siento un estorbo para tu progreso como persona porque siento que solo diriges hacia mí todos tus planes. Intento mantenerme al margen y dejarte avanzar solo, sin nadie que te lleve de la mano, pero ahora mismo lo único que quiero con todo mi corazón es meterme bajo tu edredón y decirte que no pasa nada, que solo ha sido un mal sueño y que te amo como siempre te he amado. Que no cabe nadie más en mi vida. Que me perdones si aún puedes aceptarme a tu lado...

Al final, solo quedan muchas preguntas y una absurda y remota esperanza de que leas todo esto algún día, si pudiera ayudarte...

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