miércoles, 12 de octubre de 2016

Incursiones en la literatura ñoño-erótica, volumen 1.

Imaginando un sueño que ni siquiera tuve yo, ocurrió algo como esto. Dedicado a mi marmotito:


En uno de los muchos libros que he leído, recuerdo que el protagonista reflexionaba sobre cómo el campo hace que los sentidos y las emociones parezcan más intensas. En este momento parece bastante oportuno traer esa cita a colación, pero por alguna razón no logro poner las palabras en pie dentro de mi cabeza.
Estoy demasiado abrumada por la belleza a mi alrededor. Estoy intentando no sonar cursi, lo juro, pero es muy difícil cuando tengo todos los receptores embotados de olor a primavera y a bosque, y no puedo mirar a todas partes lo bastante rápido para disfrutar las hebras de luz que se cuelan entre las copas de los árboles, todo espesura y verdor bajo ese halo dorado, rodeados del crujido armónico de algunas ramas bajo mis torpes zancadas. No quiero hacer otra cosa que memorizar toda esta perfección, pero hay algo aún más perfecto que desestabiliza todas esas emociones.
Ale sostiene mi mano. Su piel en contacto con la mía lanza un chispazo aturdidor a lo largo de mi cuerpo, y esto no es un tópico literario. Juro que siento su toque en cada rincón de mi anatomía. Estoy pegada a su espalda, muy cerca, y mientras él busca el camino más accesible a mí se me hace difícil respirar con normalidad.
Creo que estoy oyendo agua caer, lo cual es desconcertante, porque ni siquiera sabía que hubiera un río por aquí. Seguramente lo habría escuchado fluir si así fuera. Ale también debe haberlo escuchado, porque alarga el paso y tira de mí, llevándome hacia lo que parece una cascada.
Los árboles se van dispersando a nuestro alrededor, dando lugar a un espacio abierto relativamente pequeño; o quizá es una mera impresión producida por el pequeño laguito que abarca casi todo el espacio. Hay un desnivel formado por rocas muy erosionadas, completamente lisas, que crean una cortina de agua cayendo en cascada.
Vaya.
Juntos, nos acercamos al borde del estanque, el agua es lo bastante clara para que pueda ver que no es muy profundo. Impelido por un instinto, mi hermoso hombre se inclina a mi lado y deshace los nudos de los zapatos. Valoro la forma de acercarme a manosear ese hermoso trasero cuando lo pillo mirándome de reojo y riéndose; casi de inmediato sé que he sido demasiado obvia y me sonrojo.
Tuerce la cabeza en dirección al agua.
- Venga.- susurra, y algo en su voz baja hace que se me seque la boca imaginando lo que puede ocurrir.
Entra antes que yo, tanteando el terreno. Es una bella estampa verlo desnudarse, el sol dorando su palidez, el cabello goteando y la piel mojada y brillante. <<Ay, diosito>>. El agua está fría, solo me he mojado las rodillas cuando me detengo. Ughhh. Se gira y ríe, lo está disfrutando. Quiero hacerle un mohín, pero no es fácil ponerle mala cara... habría resultado más natural comérselo con los ojos. Ahí, mojado y desnudo, no parece afectado en absoluto por mi presencia, mientras que a mí me cuesta dominar mis emociones. Mirando fijamente sus ojos de caramelo, que parecen despedir calor, dejo a la vista mi cuerpo.
Esperaba que recorriera mi pecho con una mirada avariciosa pero, en lugar de eso, me echa rápidamente los brazos a la cintura y me desequilibra, de forma que ambos caemos al agua. Antes de que me de tiempo a respirar de nuevo, Ale me está besando con agresividad, con fuerza. Me aparto y me muerde el labio, reclama mi lengua y mi cuerpo entero le pertenece.
El agua ya no está fría. Está hirviendo. El sol también arde. Mi piel arde. El mundo está en llamas, él siempre consigue encender la chispa para hacerme entrar en combustión. Bajo sus manos tiemblo, jadeo; todo lo que quiero es pertenecerle, y que este día no acabe jamás.

Pero todos tenemos que despertar.
P.D: para ti, amor, con la esperanza de que tengas ganas de soñar (conmigo) siempre. 

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