lunes, 30 de septiembre de 2013

Scared of what.

Jaleo.
Noté cómo se me subían los colores de nuevo. Sentí el calor rebullendo en mi interior y quise meterme debajo de una piedra.
A nadie le gusta que conjeturen sobre lo que siente por otra persona.
Creo que él debió notarlo. "Kote". Se tensó a mi lado, como si me avisara de lo que iba a suceder a continuación.
Un tirón, una sacudida y después silencio.
Me concentré. No podía abrir los ojos, algo suave y rasposo al mismo tiempo me presionaba los párpados. Olía a polvo de albero. Olía al instituto, pero también a sol, a tabaco, a marihuana. Olía a sí mismo, de una forma que se me quedaba pegada en las manos cuando le acariciaba el pelo. También a desodorante masculino, a colonia, y a calor.
Cómo desvarío, como si pudiera percibirse tanto solo con una brusca inhalación.
Sus brazos fuertes, sus piernas bajo mi cuerpo en horizontal. Menos mal que tenía los ojos tapados, si no lo más probable es que me hubiera parecido a una locomotora de vapor humana, o algo parecido.
Estaba incómoda, pero no me hubiera movido por nada en el mundo.
Sabía que Kote estaba hablando, percibía el vaivén de su pecho y el ronroneo de su voz en mi espalda; pero no podía oír sus palabras, el corazón me atronaba los oídos.
Yo no lo disfruté mundo. Cuando todos se marcharon, Kote no me soltó. Fui yo la que le dije que me dejase. No recuerdo por qué lo hice, pero ahora me arrepiento. Ahora que no entiendo sus indirectas, ahora que no sé siquiera si somos conocidos. Ahora que le saludo y ni siquiera me mira.
Esos ojos, que creía conocer mejor que nadie, ahora son ojos de nadie. Ahora no sé qué quieren decirme.
Son solo unos ojos bonitos, y nadie se enamora de unos ojos.

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