jueves, 28 de junio de 2012

Capítulo uno.


Apreté con delicadeza la goma, oyendo cómo el aire a presión escapaba lentamente. Suspiré. Tendría que ir andando al instituto. No es que estuviera muy lejos ni me importase demasiado, pero era agradable sentir la brisa sobre la piel. Aún hacía calor. Claro que para mí, diciembre era un mes "fresco".
Empujé la bicicleta hasta que topó con el muro de ladrillo, bajo el techo del garaje. En cuanto tuviera un hueco me aseguraría de ponerle un parche a la rueda, claro que estando tan cuarteada lo mejor quizás sería comprar una nueva...
Repasé mis opciones mentalmente, lamentando no ser autónoma como para desplazarme sola al Decathlon más cercano. Dependería de mis padres o de mis hermanos mayores, como siempre.
Saqué mi cuaderno, tratando de concentrarme en las diferentes excepciones de la formulación. Había una regla nemotécnica para aprenderme eso...Boro, Carbono, Nitrógeno,Oxígeno y Flúor. Beba Coca-cola Normal o Fría.
¿Me acordaría?
Con la mochila colgada de un solo hombro, mis camisetas anchas unisex, el pelo suelto y alborotado y estudiando de última hora no debía de dar una buena imagen. Me alisé el flequillo con los dedos, pero seguía cayendo irremediablemente sobre mis ojos.
A todo esto, un desconocido pasó a mi lado. ¿Que por qué es mencionable? Porque llevo más de un año viéndole todas las mañanas. Todas, todas, todas. Me encantaba, con sus camisetas oscuras, las cadenas colgando de los vaqueros anchos, las converses All Star y todo ese pelo castaño y rebelde, un poco más largo que el año pasado. Y seguía sin saber cómo se llama, aunque todos los días le sonreía y le saludaba. Especialmente si lleva la camiseta de Avenged Sevenfold. Normalmente él se limitaba a mirarme fijamente y pasar de largo.
Pero esa mañana..., esa mañana se detuvo y me habló.
-Buenos días.
Su voz era ronca. Suave y baja, no demasiado grave. Como el bajo ronroneo de mi gato cuando le acaricias la barriga.
-¡Hola!-mostré mi sonrisa más abierta y agradable.
Frunció los labios, y me dio la impresión de que intentaba contener una sonrisa antes de inclinar la cabeza y alejarse.
 ¿Qué ha sido eso?
Sacudí la cabeza para verle mejor. Su paso era rápido, de zancadas largas y decididas. Se pasó una mano nerviosamente por el pelo, echándolo hacia atrás. Me pareció un gesto nervioso, como su sonrisa y esa mirada seria.
Vale, a lo que estábamos. Los hidróxidos...
-¡LIMÓOOOOOOOOOON!
Me giré mecánicamente. Cassie llegaba corriendo, las mejillas botando enrojecidas. Cassie vive al lado de mi casa y forma parte de mi grupo de amigas. Apareció vestida con unos vaqueros largos bastante rotos, unas bambas fosforescentes y una camiseta que dejaba al descubierto gran parte de su barrigita perfecta de nadadora. Los rizos rojizos se le escapaban del moño alto que se había recogido.
Llegó a mi lado resollando, y se estiró la camiseta blanca con la palabra SWEET escrito con lentejuelas rosas. Argh.
-Llevo un rato llamándote-me reprochó.
-Estaba estudiando. Lo siento-repuse, distraída.
Ambas cruzamos la avenida en silencio. Cassie bostezaba ruidosamente mientras yo repetía para mí misma las fórmulas. Todo aquello sonaba a chino.
Cassie sacó un paquete de tabaco barato y se encendió uno, expulsando una voluta de humo por la nariz.
-¿Quién era ese chico?
-No tengo ni idea-respondí con sinceridad
-Habéis hablado
-Nuestros caminos se cruzan todos los días y se detuvo a saludar. Eso es todo.
Odio las conclusiones precipitadas casi tanto como los estereotipos.
-Era muy lindo-opinó Cassie
-¿Ah, sí?-Me mostré indiferente.
-¿No te has dado cuenta?-Y dio una nueva calada al cigarrillo.
Me encogí de hombros. Sí, sí que me dado cuenta, pensé para mí.

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