lunes, 4 de abril de 2016

Rescate.

Situación.
Estoy sentada en un sillón. El plástico caliente se me pega a la piel produciendo un sonido casi crujiente cuando me muevo, porque es verano. Bueno, no solo es verano, también es mi cumpleaños desde hace unos diez minutos.
Pero yo sigo sentada en el sillón, abrazándome las piernas para que permanezcan replegadas contra mí, como si así fuera a caerme a pedazos menos. Ya he entrado en la edad adulta -hace doce minutos- pero sigo autocompadeciéndome como cuando tenía doce. Como esos idiotas a los que sigo en las redes sociales y de los que no me diferencio en el fondo.
Más situación. Aún no he sacado la "cama", porque hace mucho ruido y no quiero que mamá se despierte. Escucho música por un auricular, pero no logro distraerme. No puedo ignorar el hecho de que debería estar en una cama dura e incómoda a unos 150 kilómetros de aquí, oliendo el mar en sueños. Mamá no debe pensar jamás que es su culpa que no estemos de vacaciones, pero una parte de mí está muy fastidiada y me mortifica reconocerlo. Me siento tremendamente culpable. Porque es obvio que ella conoce los riesgos, y si no lo hubiera hecho, si hubiera llamado a alguien...
Pero no puedo culparla, porque yo habría hecho lo mismo. Y porque se está retorciendo de dolor ante mí, incluso dormida, incluso drogada.
Ojalá yo estuviera drogada.
El pensamiento me sorprende, aunque supongo que ahora serviría cualquier forma de evasión. Incluso el sueño. Pero ya he tenido una pesadilla en mi breve cabezada, una pesadilla que también es un recuerdo de mi abuela, mi pequeña y dulce abuela sacudida por violentos sollozos de pena. La recuerdo desmadejada a merced del viento, sola en la playa desierta, bajo un cielo plomizo como nuestros corazones. Las buenas personas jamás deberían sufrir, pienso, y se me contrae la cara. Sé que voy a llorar. No es raro en mí, y menos con el cansancio, el miedo, la tensión y la pena en las caras de todos. Menos con su dolor a unos metros y sus alaridos de dolor frescos en mi memoria más reciente.
La noche pasa y yo sigo despierta, tratando de oír la música por encima de mis propios recuerdos de unos días atrás.

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