martes, 5 de abril de 2016

Far too pissed.

¿Sinceramente? Me gusta tener amigos pero odio esa responsabilidad. Tiene que pasar mucho tiempo y haber mucha confianza para que yo me preocupe por un amigo. Muchísimo más para que le abra mi casa. Y aún ni por esas soy la clase de personas que comparte toda su vida y sus secretos con un amigo, porque pasa eso tengo mi familia... y mi blog...; supongo que no me gusta que me juzguen por lo espantosa que puedo llegar a ser.
Más allá de eso, mis amistades funcionan como si yo fuera un hombre. No solo no te voy a contar mi mierda, sino que además no te voy a preguntar por la tuya. Como me gusta tener mi propio espacio, presupongo que al resto del mundo también. No es que no me importe, es que prefiero esperar a que la otra persona quiera contármelo, sin presiones. Pero eso no significa que no me importes.
Pero otro de mis incontables defectos, que me ha costado a más de uno, es que yo doy por hecho que mis amigos saben eso. Supongo que es porque así funcionan las amistades adultas, aunque ¿qué sabré yo de lo que significa ser adulto? A lo mejor mis amigos necesitan que ponga lo obvio en palabras, que sepan que siempre voy a estar para escucharles en cualquier circunstancia.

Es solo que no tengo tiempo, y es la auténtica verdad. Vosotros decís que no tenéis tiempo, pero veis series y salís con vuestros amigos, y leéis libros y veis películas. Y no es que yo no lo haga también, pero soy muy a la japonesa en ese sentido. Ser ocioso es malo, siempre hay que estar ocupado, y lo cierto es que estudio por las mañanas, y por las tardes, y las traducciones, y cuando ya he acabado de estudiarme el temario avanzo con los temas venideros para ná, para que coreano esté más descolgado de todas partes que mi vida, y para que al día siguiente tenga otra tonelada nueva de cosas que organizar y pasar a limpio y estudiarme y completar, y después de eso el libro del parcial, y más tarde el trabajo de tal asignatura, y si hago uno voluntario lo mismo me sube la nota, y de buenas a primeras ya no es un trabajo que decido hacer en mi obsesión por controlar lo todo hasta la perfección y ser la mejor, que esa es otra característica espantosa que me ha costado muchas cosas y que, además, he elegido yo solita. Ole por mí.
Pero ya hablaremos de mi obsesión con el trabajo en otro momento.

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