jueves, 7 de abril de 2016

Cinnamon.

Me pregunto qué tocará esta noche; ¿bichos? ¿se me caerán los dientes? ¿morirá alguien? Me da miedo dormirme, en realidad.
Anoche me convertí en una viejita desdentada, me perdí en una calle desierta y a oscuras y también ardió la casa. Sin embargo, en algún momento de la noche, soñé con un olor... un olor muy dulce. Era mamá, haciendo arroz con leche.
Una de las cosas de las que nunca he hablado y que me molestan de verdad, es cuando la gente se queja de sus padres sin saber lo que tienen, lo que se están perdiendo. Y me molesta, por todas esas cosas que nunca podré tener. Porque nunca he podido salir de la península con ella. Creo que nunca he ido al supermercado con ella. Solo en una ocasión me he sentado a su lado en un cine y atesoraré ese recuerdo toda mi vida. En realidad, antes no pensaba tanto en lo que me pierdo, pero ahora hecho de menos esas cosas todos los días; creo que es por algo que mi padre dijo una vez, algo parecido a que a él no le importaba tener que ajustar la situación cuanto pudiera mientras mamá estuviera con nosotros, pero que a veces le gustaría sentarse con ella en un parque a comer pipas y ver cómo nosotros jugábamos, y literalmente "nos poníamos hasta el culo de tierra". Creo que desde aquel momento aprendí a echar de menos la faceta de mi madre que no conocí, pero también a atesorar cada minuto a su lado como si fuera único. Los nuevos y los que recuerdo.
Algo que siempre me he reprochado de la época en la que no comía es no haber disfrutado más de su cocina, pero es quizá por eso que hay dos platos en concreto que me recuerdan a ella y me calientan el alma en los días más negros: el arroz con pollo, que me preparaba cuando me encontraba mal del estómago, y el arroz con leche, que fue lo último que comí preparado por ella. Ese arroz con leche meloso, suave y dulce, con su olor a canela, lo llevo pegado al alma. Mi padre y yo nos lo comimos a cucharadas del mismo (y enorme) cuenco, impacientes, y a la vez disfrutando, guardando un poco para el día siguiente, y el siguiente, hasta que no pudimos alargarlo más.
Y eso fue lo que olí en sueños. Quizá aún me olían las manos a canela de haber estado haciendo galletas, o a lo mejor mi mente quería recompensarme por tantas noches de miedo y angustia.


Esto no es un vídeo moralista de facebook, es la vida real. Sea quien seas, si estás leyendo estas palabras, hazme caso y cuida de las personas a las que amas. Regálales pequeños detallitos, diles que les quieres, prepara su comida favorita y abrázalos a menudo. Sean quienes sean, hazles saber que son importantes y atesora cada momento.
Yo desearía haberlo hecho más en el pasado, y estoy intentando compensar un poco por ello.

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