miércoles, 6 de enero de 2016

Money means happyness.

Es curioso cómo se relaciona el dinero con el amor. Y me parece bien.
Siempre me ha parecido que los regalos y detalles son una forma efectiva de construir y fortalecer las relaciones afectivas. Y tengo mis motivos, por muy frívolo que suene...

Pero, pese a todo, tiene sentido. El dinero es difícil de ganar, e invertir el esfuerzo propio en darle a otra persona cualquier útil o experiencia que le produzca emoción... ¿es eso tan descabellado?
Desde comprarle regalices a mi hermano cuando voy a por el pan a invertir los ahorros de todo un año en buscar lo que más le gusta es una forma de expresar mi cariño, también.
Por eso aunque nuestra celebración mejorada de la fiesta de Reyes Magos se pensó inicialmente como una forma de darnos pequeños detalles y conservar la ilusión de pensar en las demás personas, en ningún momento mantuvimos nuestra promesa de "cortarnos" con los gastos. Porque para nosotros, el esfuerzo de mantener el secreto y hacer regalos cada vez más grandes y caros que los demás puedan disfrutar a diario significa mucho. Regalar es una forma de ilusión, también.

Así que estoy sentada en mi ordenador de mesa nuevo, narrándoos desde mi nuevo teclado pro Cherry Brown para escritores, apoyada en mi alfombrilla Génesis, mirando mi nuevo monitor de 27" de Samsung a la luz del destello de mi pulsera de plata Pandora. Todos estos objetos por sí mismos no significarían nada de no ser por el cariño y el esfuerzo que han puesto las personas que me quieren en pensarlos, comprarlos, montarlos y esconderlos. ¿Cómo se puede querer tanto a un objeto? yo lo hago, porque cada vez que pulso una tecla pienso en mi hermano (obvio artífice de todo esto) y en los que lo han hecho posible. Y cada vez que tintineen los dijes de la pulsera, me acordaré del infinito cuidado y el gusto con que mis padres la han buscado para mí.

Así que la conclusión obvia de toda esta frivolidad burguesa es que el dinero no da la felicidad (que es mi familia) pero sí resulta bastante útil para cubrir (y superar) las necesidades básicas que han desarrollado las personas de la sociedad desarrollada. Una de esas necesidades es ser querido y cuidado, y más en este mundo deshumanizado, en el que hay tantas personas que cada individuo ha perdido su importancia con respecto a los demás.
O esa es la conclusión más razonada. La que quizá parezca más tonta es que cuanto más dinero, pues mejor, así la próxima vez le compro un ferrari a mi hermano y cumplo su sueño de toda la vida, cohone (algo que no puedo hacer únicamente con la fuerza de mi amor).

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