domingo, 3 de agosto de 2014

Knot, uncertainy and tears.

Se encorva. No llora, claro, pero lo parece. Sujeta su mano, pálida y huesuda, con otra mano muy parecida, más morena y más larga. Besa los nudillos, uno por uno.
Ella mantiene los ojos cerrados, la respiración superficial, mientras arde en vida ante mis ojos, bajo las mantas. La habitación parece haber perdido luz, y es ahora cuando la ineludible verdad golpea severamente mi cráneo, dejando una visión vibrante y un molesto pitido en los oídos. Una gota de sudor baja por mi columna, y tengo ganas de llorar.
Parece más pequeño y frágil, como ella. Sus ojos, como ónice líquido, se ven duros, no traicionan ni por un momento el denso nudo de su garganta. Lo noto viendo cómo traga.
Mis ojos se cruzan con la mirada de mi padre, sus ojos son como topacios, relucen con las lágrimas no derramadas.
La desesperación, el miedo y la incertidumbre. Densos como si nadáramos en mantequilla.
Siento mi propio nudo en la garganta, el aguijón de las lágrimas amenaza con ahogarme.
¿Qué vamos a hacer?

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