martes, 3 de julio de 2012

Capítulo siete.

Me pareció de lo más natural aferrarme a su mano mientras bajábamos. Tampoco la solté una vez estuve en tierra firme.
El cielo permanecía en un brillante rosa pasteloso con sus nubecillas azuladas. Pronto se pondría el sol. ¿Qué hora podía ser? Las nueve, calculé según la posición del sol.
Cuando Ézhor me condujo al lugar en que nos conocimos, apoyé la mano en aquel árbol legendario. El Árbol Friki, así se le conocía entonces.
-Aquí pasaron cosas buenas y cosas malas-sentenció
-¿Hablas de ti o estás generalizando?
-Los demás me importan un bledo-musitó por toda respuesta
-¿Y qué cosas buenas ocurrieron aquí?
-Te conocí
Esbozó una media sonrisa
-¿Y algo malo?
-Te conocí.
Ay.
-¿Qué...?
-Al principio pensé que tú tenías la culpa de que las cosas con Mara no fuesen bien-me confesó, acariciando un mechón de pelo fuera de su sitio y poniéndolo tras mi oreja-Pero luego me dije que también tenías la culpa de que fuera feliz.
Seguía sin entender del todo.
Pero me pareció muy sencillo decir la verdad.
-Te quiero, Ézhor.
Pese a su sonrisa, me pareció extrañamente sombrío.
-Y yo, Ly.
Pese al lugar, el momento, la tarde remando, no era una escena romántica en absoluto. Porque, por mucho que yo fuese capaz de considerar la opción -Y no me disgustaba- no me había dado tiempo a asimilar nada. Ni siquiera a plantearme qué podría sentir hacia mi amigo. Yo le quería mucho, sencillamente, porque como mi amigo me había hecho muy feliz.
-¿Nos vamos?
Él fue quien me sacó de mi ensoñación. Volvió a retener mi diestra antes de comenzar a caminar.
No era tarde cuando llegué a mi casa.
-¡Hola! ¡Ya estoy aquí!
Oí el rápido susurro de las zapatillas de mi madre. Venía de la cocina.
-Hola, Lycaon. ¿Qué tal tu día?
-Bien, bien, Ézhor me dio una bonita sorpresa...
Me apoyé en el mueble para quitarme las converses.
-Me alegro, cielo. A la cena le queda todavía una media horita, el tiempo de que se hagan las patatas.
-Gracias, mamá. Oye...
-¿Sí?
-Siento haberte avisado con tan poca antelación. Me llamó por teléfono en la avenida. Ya sabes que..la universidad...y no podemos vernos...
-Ya, ya, cielo. No importa, he congelado tu almuerzo. Sé que Ézhor se está esforzando mucho.
Sonreí, aliviada
-Te quiero, mamá
-Y yo, Ly
-Por cierto...¿Eso que huelo es pollo?
Ella se rió y regresó a la cocina, meneando el delantal con su rápido movimiento de caderas.
En media hora me daba tiempo de sobra a ducharme. Lo necesitaba.

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