Mi pandemia no tiene intrusas y nada me faltaba o me sobraba entonces. Se hace tangible en la memoria y en la banda sonora. Incluso en los sabores de entonces.
Mi cuarentena fue feliz y felices fueron también los meses posteriores de paseos de ida y vuelta al gimnasio, de trote conjunto, de Coronas frías regando en el porche y de juegos bajo una mantita de retales, una y otra vez.
En esta tristeza que parece llenarlo todo encuentro confirmación de que aún me importa lo que sea de nosotros. Por encima del enfado, de la incertidumbre y de la frustración.
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