sábado, 30 de septiembre de 2017

Mañanas de verano.

Olor a comida en el aire. Por encima del ruido del extractor se eleva el siseo enérgico de la verdura refriéndose lentamente. Mi padre camina hacia el ordenador, por un momento lo veo con el paño blanco atado a la frente, vestido únicamente con sus calzonas negras. Se seca las manos en el trapo de cocina y elige una nueva canción para nosotros.
Viene hacia mí con el rostro radiante, la sonrisa en la boca y en los ojos claros, y conforme empieza a sonar un chachachá de Celia Cruz me agarra de la cintura y levanta mi mano derecha. Bailamos por la cocina entre risas, cantando los trozos de Guantanamera que nos sabemos, girando acalorados entre los vapores que se elevan de las ollas.
Cuando acaba la canción, una carcajada se impone y me estrecha contra su pecho, su carne rodeándome en un abrazo apretado. Me recuerda lo mucho que me quiere, mi papá.

-¿Quieres un vinito?
-¡Venga!

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