martes, 23 de junio de 2015

Prodigios.

" Aislada del mundo por la magia del amor, Alma podía ignorar las voces interiores y vivir para el encuentro del día, sin mañana ni ayer. Solo existían ellos dos, el primer beso anhelante, las caricias de pie, el despojarse de la ropa, los cuerpos desnudos, trémulos, sentir el calor, el sabor y el olor del otro, la textura de la piel y del pelo, la maravilla de perderse en el deseo hasta la extenuación, de dormir abrazados por un momento y volver al placer renacido, a las bromas, las risas y las confidencias, al prodigioso universo de la intimidad.

Alma se abandonó a la alegría inconsciente del amor. Se preguntaba cómo nadie percibía el resplandor en su piel, la oscuridad sin fondo de sus ojos, la liviandad de su paso, la languidez en su voz, la ardiente energía que no quería ni podía controlar. En esa época escribió en su diario que andaba flotando y sentía burbujas de agua en la piel, erizándole los vellos de gusto; que el corazón se le había agrandado como un globo y se le iba a reventar, que no cabía nadie más que él en ese inmenso corazón inflado, el resto de la humanidad se había desdibujado; que  se tapaba los oídos para evocar su voz suave y lenta, su risa vacilante, sus palabras de amor, sus exclamaciones ahogadas...
La necesidad de Alma de saberse amada era insaciable. "

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