martes, 11 de noviembre de 2014

Tired, sad, cold, grey.

Hacía tiempo que no me sentía tan triste, o tan cansada.
Pero no es un cansancio físico. No corro, no voy y no vengo. No hago ejercico, no gasto mis energías. Aunque estudie en mis cinco minutos libres, o en horas de sueño, eso no me cansa.
Es otra sensación. No querer levantarme por las mañanas. No querer ir a clase. Ni comer. Ni siquiera ir al hospital. Es un cansancio de apatía, un cansancio sin ganas. Sin escribir, sin leer, sin dibujar. Sin pensar, siquiera.
Por algún motivo quiero dejarme ir, quiero dormir, quiero reflejar cómo me siento, porque es más fácil que sonreír y trabajar, y mostrarme normal.
Acabamos de cenar, a un rato del 12 de noviembre. Mis hermanos se han dormido s mi lado, y por un segundo me planteo seguirles y dejarme ir. Pero tengo qur levantarme, recoger la mesa, cambiar lad sábanas. Tengo que despertarlos y llevarlos al calor de sus camas para que duerman a gusto, porque pasan más de diez horas diarias en el trabajo y no estoy en posición de abrir la boca siquiera. Y tengo que acabar un comentario crítico de Pensamiento Político. También debería ir pensando un regalo para el cumpleaños de mi madre, y los regalos de navidad de todos. Debería leerme el libro de lengua, y hacer el trabajo trimestral de optativa, y prepararme los exámenes de Historia de España y de Filosofía.
Hacía tiempo que no me sentía tan cansada. Tan triste. Tan fría. Tan gris.
Como porcelana que se agrieta con una sonrisa

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