viernes, 21 de noviembre de 2014

Between sadness and madness.

Los días transcurren frívolamente, atrapados en un torbellino de tristeza y de locura. Éstas se dan las manos y giran en círculos veloces, sus colores se alternan, se mezclan, y al final se convierten en Uno. Tropiezan, caen, y brevemente sabemos quién es quién, aunque sus rasgos se confundan.
Ya no vuelven a girar. La Tristeza mira a la Locura con los ojos volados, y la otra le devuelve una mirada de pena. No les apetece estar juntas. Se diría que ni siquiera les apetece existir.
Las miras. Son lo único que está claro y nítido en medio de las realidades, de falsedad, de concentración, de muchas ganas de hacer Nada. Alguien te presenta a la incomodidad, y la llama Tristeza. Otros te muestran la duda, o quizá la inestabilidad. Dicen que se llama Locura. Pero conoces sus rostros, y ¿quién podría llamar a las cosas por apelativos que no son? ¿es que acaso no conocen la importancia de los nombres, que llevan la esencia de las cosas? ¿qué es una palabra, sino una idea? Y si disfrazamos a las ideas de cosas que no son, ¿no cambiarían todos de nombres, de caras, y podrían darle la vuelta al mismo mundo? los conceptos ya no tendrían significado propio, y cualquiera podría decir cualquier cosa con un pensamiento distinto (y a la vez, igual) en su mente. ¿Y quién lo entendería, si no hay ideas fijas que entender, si ya no existen los significados? Absolutamente nadie.
Pero poco importa, porque en el día a día, seguirás comiendo con ellas, durmiendo con ellas, aceptándolas..., y puede que acabes conociéndolas mejor que nadie. Luego apreciarás locuras y tristezas ajenas, pero nunca, jamás, serán mejores o más importante que las tuyas. Porque así funciona el mundo.

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