jueves, 11 de febrero de 2021

9 de octubre de 2017

 Bae,


Me siento tan sola que no tengo palabras para explicarlo. Aquí, el silencio queda engullido por la madera de los muebles que atestan mis 15 metros cuadrados y futón, cortinas y alfombra absorben los ruidos que derivan de la realidad; como si tuviera los oídos llenos de algodón. Nada se oye con la intensidad que debería y tengo miedo hasta de respirar demasiado fuerte, me siento perdida en la pequeña inmensidad que sucede al zaguán.

Chasqueo la lengua mirando las paredes desnudas. Todo transmite la crónica falta de vitalidad de la sociedad japonesa, contagiosa. El aire caliente, pesado y húmedo parece hacer esfuerzos por entrar y salir de mí, como cuando me despidiera de ti en la estación. Tus ojos llorosos me persiguen cuando cierro los míos.

Entre mis muchas preocupaciones con respecto a Japón (y a nosotros), no cabía tanta culpa como siento por hacernos esto. Además, es la segunda vez que me enfrento al "factor distancia", pero tú no..., y, sin embargo, pienso en aquella tarde en que trataste de infundirme calma con promesas vacías para animarme a que me marchase. Tu madre vino a secarme las lágrimas y a decirme que era factible y asequible, que se aseguraría de que estuviéramos juntos. ¿Dónde acaba la inteligencia emocional y comienza el terreno de la mala gestión sentimental? el fin, marcharme, ¿justifica los medios, la mentira?


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