miércoles, 6 de febrero de 2019

No bae-friendly.

Mi querido bae, esta entrada no es muy apta para tu consumo. Si yo fuera tú, dejaría de leer a partir de este punto.


Hoy he terminado la primera novela de la saga "la magia de ser Sofía". No es la primera vez que lo intento, pero sí la primera vez que me sobrepongo a los trompicones y termino de leérmela.
Cuando he terminado, me he quedado un rato mirando al techo ensimismada, sintiendo que la llevo clavada y enquistada en el pecho. Es la clase de historia que aún me escuece y me atemoriza, como el recuerdo de una herida pasada que dejó secuelas en mi alma. Una herida que ya no está fresca, ojo: se curó, con tiempo y mimo, pero la cicatriz sigue ahí.
Yo soy Sofía, lo he sido mucho tiempo. Me sentí así la primera vez que descubrí la historia e intuí el desastroso final. Chica conoce a chico, chico tiene novia, y eso lo complica todo. Aquí vienen las mentiras, las promesas de romper, las conversaciones a escondidas, la historia que nunca acaba, una relación de tres, la sombra de un fantasma que está en todas las conversaciones, en cada alusión, en dobles sentidos, detrás de cada enfado y cada discusión. El chico dice que está enamorado de ella, pero es un cobarde y se refugia en la comodidad de patrones que ya conoce, en la persona con la que ya ha compartido su vida hasta volverla fácil..., y al final todo estalla, y en eso quedan: él, aferrado a una vida infeliz, ella, recordando cada risa, cada paseo, cada sueño, cada fantasía, llorando el fallecimiento de un futuro que ni siquiera llegó a nacer. Casi he podido revivir ciertas escenas, cambiando detalles novelescos por propios, y ahí es donde verdaderamente se me ha atragantado la novela.
También he sido Lucía, y eso es nuevo para mí. Ha sido toda una revelación sentirme tan identificada y tan unida a un personaje que antes se me antojaba frío y canalla, pero ahora veo que Lucía solo es una persona a la que le pesan sus propios objetivos. A lo mejor es que no supo priorizar. A lo mejor es que Héctor no pudo soportar que ella se quisiera inteligente, ambiciosa y con éxito más de lo que lo quería a él. A lo mejor esto que empiezo a intuir se convierte en una realidad en forma de obstáculo, un muro que siempre va a existir entre mis ambiciones y mis estándares y mis relaciones. A lo mejor ya no sé si es un rasgo de mi carácter o un defecto. A lo mejor me cuesta la felicidad cuando ya sea demasiado tarde para recuperarla, como a Lucía, y mis propias ansias de perseguir lo que en mi cabeza considero "La Perfección" se me desploman en la cabeza.

Ahora me debato entre leerme o no la segunda parte. Está perfectamente claro que es el momento de que se reconcilien y todo vuelva a ir bien, porque así es Elísabeth Benavent, y yo no sé dónde me deja eso. No sé si quiero mantener la historia real y cercana, o darle un cierre y un final feliz como si fuera mío también. Porque... a lo mejor así dejo de sentir que me merezco todo lo malo que me pueda ocurrir.

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