martes, 14 de junio de 2016

Land of the free and home of the brave.

Hoy, vagueando por mi Facebook, me he encontrado con algo aterrador: una madre mostraba los mensajes que había recibido de su hijo antes de morir en el tiroteo del club Pulse de Orlando. Los textos le recordaban que la quería, y en un tono muy frenético, su hijo le anunciaba aterrado que iban a por él y que iba a morir. Su madre lloraba.
Ese chico... era un niño. Tenía veintipocos años, estudios, trabajo, deseos, sueños, miedos y una familia. Me rompió el corazón imaginarme la misma escena en el mundo en que yo vivo: estar a punto de irme a dormir y recibir, de pronto, un mensaje de alguno de mis hermanos diciéndome que iba a morir, y no poder hacer nada, no poder decirles nada. Es una escena cruel, es difícil de extrapolar...

Estados Unidos de América es la nación de los grandes. La nación más próspera y poderosa del mundo y el modelo a seguir para todos los demás Estados. "El hogar de los valientes", país de la libertad y las oportunidades.
Pero, ¿qué veo yo? veo una nación costumbrista, exclusivista y retrógrada que, como si fueran pequeños Hitlers, encasillan a las personas a la fuerza en un modelo estandarizado de familia blanca, de gente guapa, cristiana y exitosa y tratan de eliminar a los demás. En América, un país levantado durante siglos por inmigrantes, los negros, latinos, musulmanes y asiáticos no tienen cabida.
Lo siento, pero esta es la realidad.
¿La tierra de las oportunidades? a lo mejor, pero, ¿para quién? para una joven alta, delgada y rubia que sueña con ser actriz, a lo mejor, o para un hipster de poca monta que sueña con escribir en una máquina antigua sentado en una gran cafetería de Nueva York mientras exhala trágicos suspiros, pensando en lo sucio de la sociedad desde su elevado estatus moral de escritorucho-bohemio. Esa no es la realidad. En los libros, Estados Unidos es el lugar al que todos los ciudadanos se marchaban cuando buscaban un lugar mejor. Se supone que ahí existía la oportunidad de luchar, triunfar y ser libre. Pero, de nuevo... ¿libre para qué? para no escoger tu religión, pensamiento, sexo o condición sexual, por lo que veo. Porque te pueden matar por ello. Recordemos que, en vuestra querida USA, regalan cuarto y mitad de rifle con cada McMenú. En vuestra querida USA, ni siquiera existe la libertad de vivir, no hablemos ya de elegir cómo se vive.
Mis padres jamás me dejarían ir a cualquier otro lugar donde se produjeran semejantes atentados, pero eh, ¡arriba América! con los yankees parece que no pasa nada. Están locos, son extremistas, quieren configurar el mundo a su imagen y semejanza, y tienen armas, pero no son peligrosos.

¿De qué te sirven una gran economía o un poderoso ejército? ¿y una gran sanidad a la que solo pueden acceder unos pocos? ¿de qué te sirve tener las mejores universidades del mundo, si la gente aún no ha aprendido que lo que importa es respetar a todos los seres humanos como iguales? ¿cómo podéis jactaros de vuestra valentía, si ni siquiera tenéis el coraje para admitir que existan personas diferentes a vosotros?

Porque no, no todos vivimos igual, pensamos igual ni tenemos las mismas historias. Pero siempre he pensado que esa gran diversidad de culturas era lo que más atractiva hacía a América, y no las películas cutres de serie B que ponen en Antena 3, con grandes casas adosadas, bellos jardines y las vidas ideales de gente rubia con sonrisas perfectas de porcelana blanca.

Siempre quise visitar los Estados Unidos. Ver sus monumentos, sus ciudades y los muchos e increíbles paisajes naturales, desde las montañas del norte, los grandes lagos, las formas múltiples del desierto y las costas californianas. Quería conocer a personas increíbles y vivir experiencias dignas de película. Y aunque no he ido, ya me siento amenazada, asustada, repudiada. ¿Cómo voy a apoyar de cualquier modo a un país que desde el principio me odia por hablar español?

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