viernes, 2 de noviembre de 2012

Dhal Paeng Ee


La joven estaba en medio de un escenario. No la típica plataforma de los platós de MBC, SM, JYP, YG, MTV Korea..., no, estaba en un escenario, de verdad. Como en los premios anuales MAMA'. Y supo que estaba en Corea, porque desde la oscura sala, miles de ojos rasgados la miraban en silencio.
Todo le parecía muy negro. Los pesados cortinajes de lo que parecía un teatro. Los ojos que me contemplaban de hito en hito. Las butacas, la silenciosa multitud. El fulgurante suelo negro. El gigantesco piano de cola negro, y el esmoquin del intérprete. Pero el negro resultó, a sus ojos, un color cálido, envolvente. Como su desgastada colcha en invierno.
Iba a cantar una bonita balada, estaba claro. Más que ensayado. El vestido, azul oscuro, palabra de honor, se ceñía a su figura hasta las rodillas, donde caía laxo hacia el suelo. Toda la espalda iba al descubierto. El elegante moño hacía ver su cuerpo más estilizado, su cuello más largo, sus delgados hombros delicados y femeninos. Un discreto collar de brillantes adornaba la base de su cuello, y nada más.
En medio de aquella negrura, toda su piel relucía como plata bajo la suave iluminación.
¿Qué mejor regalo de cumpleaños que cantar en MAMA'?. Respiró hondo, caminando hacia el imponente instrumento. Con gracia, el natural balanceo de sus caderas la hacía ver inocente y atractiva de una forma que ella jamás hubiera percibido. En el aire latían expectación, celos, curiosidad y deseo.
Parecía tan segura de sí misma, que todos se sorprendieron de su sobresalto. Las notas que fluían de las manos del pianista no eran las de su canción. El público se percató de ello, preguntándose, ¿sería ella consciente? ¿Se trataba de un fallo de última hora?
Los elegantes dedos de la chica habían estado relajadamente apoyados en la lustrosa superficie del piano todo el tiempo. Se contrajeron, y ella se clavó la impecable manicura en las palmas de las manos. Conocía muy bien la canción.
Le temblaron las piernas. Dahl Paeng Ee.
A su mente acudió el flashback de su infancia, decenas de miles de veces cantando una de sus canciones preferidas. Que la hacía sonrojarse, reír y llorar a apartes iguales, miraba el rostro de su cantante más admirado y soñaba con cantarla juntos algún día.
¿Qué mejor regalo de cumpleaños que conocer a tu Idol, y cantar con él?
Y apareció Kyu Hyun. Vestido con un traje azul marino, a juego con el de ella. Su color favorito. Se le escapó una sonrisa al ver el rostro de la que todos aseguraban, era su mayor fan. Y comenzó a cantar. Disfrutó con la experiencia, porque aquello no era fanservice. Era cumplir un sueño. Los ojos de la chica, occidentales y ya de por sí grandes, se abrieron hasta ocupar casi todo su rostro. Parecía la niña que era, con tacones, un vestido bonito y mucho maquillaje.
El público contenía el aliento. Los dos chicos cantaban cada uno una estrofa, como si realmente se hubieran puesto de acuerdo, como si lo hubieran trabajado mil veces.
Y, allí arriba, ella temía caerse, o despertar, si se movía. Él avanzó lentamente, acunándola con esa dulce voz suya, que llevaba años envolviéndola como en un sueño. Él se situó lo bastante cerca como para entrelazar los dedos con los suyos, y un puñado de mariposas le alborotó la garganta.
¿Qué mejor regalo de cumpleaños que ver a tu sueño sonriendo?
Tuvo que apoyar la cabeza en su hombro, exhausta. Kyu, avergonzado, se reía entrecortadamente.
El público no lo había entendido todo, claro. Allí abajo solo había miles de personas, aplaudiendo, ignorantes de por qué la joven cantante que todos esperaban ver había roto a llorar de pronto.

Y aquí, esta tonta escritora ha estado soñando con su voz durante meses...

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