sábado, 10 de noviembre de 2012

9.


Recuerdo aquella noche en que me preguntaste por qué me interesaba por tu. Yo, muy pobremente, traté de explicártelo. Y desde entonces he estado buscando un buen símil.
Hoy, al fin, lo he encontrado.
Imagina que el conjunto de mentes humanas son viviendas. Viviendas de todo tipo.
Hay gente que vive en chozas, que tiene castillos, gente con mansiones sin amueblar, personas que viven en casuchas con síndrome de diógenes. Habrá quien almacene porquerías y quien tenga un mobiliario moderno y en su justa medida. Personas que vivan en laberintos; que copien los muebles de sus vecinos...
Yo soy muy curiosa. Me atraen las casas solitarias e impenetrables. Me encanta asomarme a la ventana de las casas de otras personas. Normalmente, aunque haya quienes se quejen, con el tiempo me dejan pasar, aprenderme cada rincón..., y entonces pierden el interés.
Pero, ¿y tú? he tratado de atisbar el salón, divisar la cocina, otear las estancias. Me has descrito todos los rincones de tu mente, exhaustivamente.
Pero yo no estoy satisfecha. Porque lo que uno se esfuerza en pintar insignificante es porque resulta inmenso e interesante. Valioso y exclusivo.
Y de tanto escuchar sobre ella, de tanto mirarla y desearla..., he acabado por enamorarme de ella.
Quiero que sea mía.
¿Lo entiendes?

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