viernes, 8 de noviembre de 2013

City of Bones

-¿Qué es eso?-inquirió, irguiéndose-. Eso que llevas, quiero decir.
Clary bajó los ojos para mirarse. Se había echado encima una chaqueta fina para no sentirse tan desnuda y había cogido su mochila de la habitación. Pero Simon no miraba la mochina; contemplaba sus piernas como si no las hubiera visto nunca antes.
-Es un vestido, Simon-respondió ella en tono seco-. Sé que no los llevo a menudo, pero la verdad es qu...
-Es tan corto-repuso él, confuso.
Incluso vestido de aquella manera, todo de negro, parecía la clase de chico que iría a recogerte a casa para salir y sería educado con tus padres y amable con tus mascotas.
Jace, por otra parte, parecía la clase de chico que pasaría por tu casa y la quemaría hasta los cimientos solo por diversión.
-Me gusta el vestido-dijo éste, desenganchándose de la pared. Sus ojos recorrieron la figura de Clary perezosamente, como las garras acariciadoras de un gato-. Pero necesita algo extra.
-¿Ahora eres un experto en moda?-replicó Clary.
Su voz brotó algo irregular; él estaba de pie muy cerca de ella, lo bastante como para sentir su calidez y oler su tenue aroma metálico.
Jace sacó algo de la chaqueta y se lo entregó. Era una daga larga y fina en una funda de cuero. En su empuñadura había incrustada una única piedra roja tallada con la forma de una rosa.
Ella negó con la cabeza.
-Ni siquiera sé cómo usar esto...
Él se la puso en la mano y le hizo curvar los dedos a su alrededor.
-Aprenderás.-Bajó la voz-. Lo llevas en la sangre.
Ella apartó la mano lentamente.
-De acuerdo.
-Podría darte una funda de muslo para guardarla-ofreció Isabelle-. Tengo toneladas.
-Ni hablar-soltó Simon.
Clary le lanzó una mirada irritada y metió la daga en el bolsillo exterior de la mochila. Alzó la mirada después de cerrarlo y se encontró con Jace que la observaba con los ojos entrecerrados.
-Y una última cosa-dijo él.
Alargó la mano y le retiró las centelleantes horquillas de los cabellos, de modo que le cayeron en gruesos y cálidos rizos por el cuello. La sensación de los cabellos haciéndole cosquillas le resultó desconocida y curiosamente agradable.
-Mucho mejor-susurró Jace, y esa vez a ella le pareció que tal vez su voz sonaba también ligeramente irregular.

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