En su esquinita está mi negra brea, al acecho.
En una especie de maniqueísmo bicolor: el bien y el mal, la calma y el caos. Absoluto, dicotómico, arbitrario.
Con mi pedacito de tiza dibujo una línea blanca. No pases.
A veces escucha, a veces me amenaza, a veces me come.
Con nuestra tiza arañamos el suelo, las paredes, y creamos una jaula ilusoria de blancura cegadora. Tú, en tu esquina, me apoyas con ráfagas inconexas, con una sonrisa ocasional, con un amor ardiente, inapropiado, secreto y desmedido. Con más caos. Con más luz. Con emoción y miedo.
Mi pedacito alquitranado de alma se alimenta de eso.
De mí.
De nosotros.
Hasta que ya no queda nada.
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