sábado, 14 de enero de 2023

Sehr gern

     Compruebo con placer que se me acumula la lectura. Tengo libros para más de un año, me siento como si hubiera conectado con mi yo de trece años, curiosa y entusiasmada por todas esas historias, esos estilos, las narrativas, las vidas que se ocultan en el papel, las palabras nuevas, el olor, la textura, los márgenes, las tipografías. Una gran yonki de los libros: así era; incapaz de parar para comer, dormir, ducharme o socializar. Siempre llevaba un libro en el bolso, he aprendido que puede surgir una oportunidad para leer cuando menos lo esperas.

Una oportunidad para escapar.

He hecho de los libros algo muy mío en la veintena. Algo que pensaba que era útil, pero que ya no siento que me lleve a ninguna parte. No voy a mejorar mucho más mi léxico, me noto pesada y lenta, pero no me importa. No me reporta más que placer. No seré más creativa, ni mejor narradora. No pasa nada, la literatura me corre por las venas pero la sangre no me llega al cerebro.

Mis necesidades expresivas nacen del desamparo de la vida moderna. No me importa desafiar otra nueva expectativa y decepcionaros una vez más a todos. Estoy en paz con mi capacidad de convertir algo beneficioso y productivo en una suerte de combustible que solo me sirve a mí, pero que no reporta nada que se pueda comercializar o vender. Solo hambre de más conocimiento estúpido que almacenar.

Leer no produce, o al menos no lo que yo leo. Ya no hay objetivos, metas o lapsos temporales. Ya no acabo con una historia en unas pocas horas, ni falta que hace; ahora las paladeo como nunca antes y me llegan al corazón como el primer día.

Parece que fue ayer cuando le pedí a mi hermana que me amontonara unos cuantos libros de la biblioteca porque yo quería ser como ella. Dicen que los niños aprenden por imitación y esa es la primera conducta que fui consciente de querer incorporar a mi vida. Historias cortas, ciencia ficción, realismo mágico, fantasía, romance, historia. Me abrí camino rápidamente y encontré mi ritmo, mi camino, mi criterio y construí un repertorio compuesto por el saludable equilibrio de las obras maestras y la literatura bajuna destinada a freírme gustosamente las neuronas.

Devorar libros es mi privilegio, mi placer, mi compañía; ya no necesito mercantilizar mi salvavidas, solo aferrarme a él.

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