sábado, 18 de enero de 2020

En cuerpo y alma.

Algunas emociones son tan poderosas que tienen la indefectible capacidad de asustar mucho. Cuando te entregas a alguien en cuerpo y alma, no cabe menos que preguntarte qué harías si de pronto ya no le tuvieras más; a dónde irías tú, con tus sueños rotos, a recordar el calor de su cuerpo, el sabor de sus besos, sus frases, sus sonrisas, sus coletillas, su forma de escribir, esa lista de reproducción que te hizo para cuando estuvieras un poco triste, sus bromas o vuestro olor mezclado con el suavizante de las sábanas, en una fría mañana de enero.
Una insegura certeza se instala entonces en tu pecho: jamás tendrás ningún tipo de tranquilidad a este respecto. Acaricias sus ondas rubias bajo la pálida luz que se cuela por entre las rendijas de la persiana, y te asustas porque sin él no tienes nada más que una carrera inútil y un trabajo que no te gusta. Sabes que has construido tu precaria y naciente felicidad en los ratitos agradables de los fines de semana, en la vaga posibilidad de un futuro juntos donde estas raras casualidades ocurran con más frecuencia. Estás ansiosa, lo que has hecho estos meses es peligroso. Te gustaría poder contar con algún amigo, pero no confías en la gente y poco te importan los que quedan de la juventud, así que te sientes sola.
Pero él se mueve, te abraza dormido y acomoda una pierna entre las tuyas. Te quedas quieta y respiras pausadamente, acompasándote a él, para que no se despierte, pero sirve de poco y entreabre sus ojillos legañosos con una sonrisa luminosa y adormilada. Es tan adorable que se te encojen el corazón y las entrañas ante tan bonita visión, un paisaje que desearías disfrutar cada día de tu vida sabiendo que nadie jamás lo ha hecho. Es como ver la salida del sol, dándole color al mundo.
Un beso en la frente, otro en la nariz, y luego un roce vacilante en los labios, lento y suave, una lengua tímida que le sale al paso a la tuya. Saboreas su respiración, un <<te adoro>> depositado sin aire en el interior de tu boca, entonces..., se confirman las sospechas; y por fin te puedes volver a dormir...
... sabiendo que es tan tuyo como tú eres suya.

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