lunes, 18 de noviembre de 2019

I must confess.

Tengo que confesar que, cuando te han hecho lo que me han hecho a mí, los flashbacks y los triggers son reales. No sé cómo funcionará para otras personas, pero para mí no se parece en nada a lo que sse ve en las películas: no me veo virtualmente teletransportada al momento que desencadena el supuesto trauma, ni nada parecido; y tampoco me quedo en blanco. Yo lo que revivo es la sensación en sí, las emociones..., visto de otro modo, tengo pequeños ataques de pánico cuando me encuentro con uno de mis triggers, mis "desencadenantes". Los principales los sabes ya, por supuesto: restricción de movimiento, constricción de la respiración e incapacitación para hablar. 

Sin embargo, tengo que confesar que hay uno de estos momentos de miedo que me resulta muy útil. ¿Recuerdas la canción "Witchcraft", de Pendulum? Si escuchas la letra, parece que está hablando acerca de una mujer a la que van a asesinar, y ella conoce al hombre que quiere matarla. Hay ciertas partes que hablan directamente a la mujer. Le dicen que él ha llegado (...footsteps in the doorway...) y que no tiene mucho tiempo para escapar, que tiene que huír de ahí.
Escapar de la persona que te ha hecho daño, ya sea física o psicológicamente, nunca es fácil. Todos tenemos ese momento de querer salir de ahí y no saber cómo hacerlo. En la canción, ella acaba muriendo (...I can't hear her breathing...), pero yo me agarro siempre a las estrofas que me empujan a escapar, a correr lo más rápido que pueda para irme de ahí, de la situación, de los empujones, de los golpes, de los gritos, del miedo ante la certeza de poder ser yo quien, un día, dejara de respirar. Así que me aferro al pánico desbocado que espolea mi corazón en el cuello, reviviendo consciente y voluntariamente las peores sensaciones de mi vida para correr más rápido, para abrazar las sensaciones de los músculos ardiendo y los pulmones suplicando clemencia, pero corro para salvarme, corro por mi vida, y, al final, me bajo de la cinta de correr y sé que el esfuerzo de cada día es lo que me ha salvado.

Algunos especialistas opinan que estas situaciones que desencadenan emociones exacerbadamente negativas hay que superarlas. Otros piensan que hay que enfrentarse a ellas, normalizar y aceptar lo que sea que ocurriera. Yo, por norma general, las he ignorado, pero mis estigmas siguen ahí en términos afectivo-sexuales y vitales. ¿Qué clase de tarada de mierda se vuelve loca de terror porque alguien le cubra la boca o le agarre la mano?¿qué loca soy, que no puedo sobrevivir a un día al año?
Este año, en la noche del 25 de diciembre, quizá regrese a donde todo ocurrió. No sé si parecerá o no el mismo lugar, no sé si veré algo allí que se me escapara hace seis años, no sé si encontraré esa converse que perdí, aunque no lo creo. Todo parecerá igual, como si nada hubiera pasado. Tal vez eso me convenza de que nada pasó, que solo es un pedazo vacío de parque, rodeado del bullicio de las personas disfrutando de las atracciones que se montan allí en invierno. Tal vez pueda ir a patinar o comer algunas chuches. Ojalá pueda, por fin, acabar con la pesadilla.

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