lunes, 22 de octubre de 2018

Un, dos, tres, pollito inglés.

Siempre frunzo los labios cuando alguien habla de una violación, y más si es alguien que no tiene ni idea de lo que dice. Supongo que ya sabrás que me refiero al señor Crespo de la Rosa, por supuesto. Otra cosa que hago es concentrarme en algo difícil que me impida escuchar la sandez que esté diciendo el tonto de turno: recitar entremeses o pasos de Lope de Rueda, traducir mentalmente un poema a otro idioma, deletrear una palabra de atrás hacia adelante...

La razón de que me moleste tanto es que, a pesar de los años que han pasado, siento que es algo que no se olvida nunca del todo. No he construido mi identidad en torno a ello, ni siquiera se lo he dicho a nadie más que a ti, a mi blog, a dos personas más quizá. Nadie que pudiera ayudarme a asimilarlo.
Las secuelas abarcan amplios espectros. Sé que ya sabes que durante mucho tiempo no tuve relaciones con nadie, pero iba más allá, estaba aterrorizada hasta cuando me abrazaban. Si alguien con quien no tenía mucho contacto me tocaba siquiera la mano, se me disparaba el corazón y me sudaban las manos. A veces todavía sueño con ello y me despierto paralizada de miedo. No soporto que me tiren del pelo, me cubran la boca o me rodeen el cuello con las manos; y, a veces, cuando me miraba al espejo, sentía que esos rasgos no eran los míos, que era otra persona. Luego, alguien me explicó que a esto se le llama "trastorno disociativo" asociado a un trauma.
Así que: 1) Las consecuencias las llevaremos escritas de por vida.

Así que lo siento si soy muy melodramática..., pero verás, aquel día yo no llevaba el pelo recogido en una coleta o una trenza, sino liso y suelto. No llevaba paraguas, ni nada que pudiera usar para defenderme. Solo yo misma, un polar negro que tiré al llegar a casa, unos pantalones de color rojo vino a los que nunca pude quitarles las manchas de sangre, un bolso corriente y moliente y unas zapatillas de deporte. Hay quien se cree que solo te pueden violar con violencia y golpes, un desconocido en plena madrugada, quizá al salir de una fiesta. Yo solo sé que hay dos opciones: si aguantas, puede que sobrevivas, si te resistes..., bueno. Yo intenté gritar y acabé con las huellas azules de sus dedos en torno al cuello.
2) Nada puede salvarte.

Este texto, o uno parecido, lleva demasiado tiempo entre mis borradores. Hoy, después de lo que he visto en el ht de #MeToo, he comprendido de manera meridiana que NADIE sabe lo que se siente, hasta que ocurre.
3) Cuando ocurre, ya no hay vuelta atrás.

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