miércoles, 29 de noviembre de 2017

Chinitos y bae.

Hoy me ha pasado algo extraño, bae: Te he visto en la estación de tren. Lo juro, te he visto. Sé que no era real, pero por un momento lo ha parecido. Muy real.
Como cualquier día, hoy se me ha hecho demasiado tarde para coger un tren directo y he tenido que hacer transbordo. En Makuhari se estaba tranquilo, como siempre. ¿Será que hoy he cogido por primera vez el tren de Matsudô, solo porque pasaba más temprano? Podría haberme sentado, pero me he quedado de pie, porque tenía los músculos de las piernas calientes de haber caminado deprisa y sabía que me iba a sentir mucho más cansada después si me permitía relajarme. Estaba escuchando una canción de cuando Serj Tankian se separó de System, "Saving us", y un poco atenta a la gente a mi alrededor. Muchos pasajeros leyendo. Algunos jóvenes de secundaria charlando sobre un manga cerca de mí. Isabella, una chica de un nivel superior al mío, al otro lado del vagón, intentando que no me diera cuenta de su presencia.
Y me he bajado en Tsudanuma. Me he sumado a la multitud escaleras arriba para cambiar de vía y coger el tren a Ueno, porque pasa por Yatsu, que es donde yo vivo. Justo al llegar al andén dos, el tren de Narita se ha detenido y un chorro de gente se ha dirigido directamente hacia mí, un centenar de camisas blancas, chaquetas y corbatas negras, melenas lacias y oscuras, máscaras, pieles cetrinas y silencio.
Y tú.
Allí en medio de la multitud, junto al panel de los horarios, quieto.
Tú, mi bae.
El sol de mediodía en esos rizos rebeldes que tienes, oro sobre oro. Tus ojos como la miel sonriéndome. Esos labios tan rojos estampados en el rosto pálido y rubicundo, en una mueca feliz y un poco burlona.
Mi corazón se ha parado un segundo, solo para tartamudear a toda velocidad, y madre mía, qué calor me ha entrado. He bajado corriendo las escaleras, repitiéndome que era totalmente imposible, una locura, mientras luchaba contra la marea de chinitos, buscándote, oliéndote ya en mi imaginación, recordando cómo es abrazarte.
Pero la gente se ha ido y ya no estabas, bae, y madre mía, qué sola me he sentido.

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