(El papel está parcialmente mojado y no se puede leer muy bien, así que voy a poner las partes que se conservan íntegras y resumiré lo que creo que ponía en el resto.
Querido bae,
En una ocasión me hiciste una pregunta muy complicada y lleva tiempo rondándome por la cabeza la idea de responderte de forma más extensa. Sí, en ese momento simplifiqué, pero no me apetecía entrar en detalles.
Poco después de conocer a tus padres, ellos plantearon la conjetura de que yo era una chica pija, tradicional y religiosa. No les culpo, la verdad es que doy el pego perfectamente si solo juzgas mi manera de vestir, y más aquel día, que quería impresionarles y me esmeré más de lo habitual en prepararme...
Al caso, que está claro que pija soy, solo que para mí no significa algo malo.
Y aquí viene la pregunta del millón: ¿Eres religiosa? Sé que lo que te preocupaba es que te arrastrase a la Semana Santa, pero la verdad es que yo solamente valoro la cualidad artística de los pasos gracias a mis clases de Historia del Arte de bachiller. No, pero mi relación con el catolicismo ha sido muy compleja y ni yo misma la entiendo.
Yo no había tenido mucho contacto con la religión hasta que me ofrecieron la opción de ir a catequesis, y allí encontré mi Fe. Era pequeña, las clases eran amenas y divertidas, y encontré en el Jesús amable y compasivo que me enseñaron a un confidente. Tienes que entender que pasé gran parte de mi infancia sin mis padres, que prácticamente vivían en el hospital, y tampoco tenía amigos con los que jugar, así que me sentía tremendamente sola. El rezo me aliviaba.
Me mantuve como católica practicante dos o tres años (aunque no iba mucho a misa, sí que leía la biblia y rezaba), y era difícil, porque el ambiente en el que me movía, tanto en casa como fuera, era hostil para con los creyentes. Mis hermanos y amigos se mofaban a menudo de la gente como yo, aunque tampoco es que fuera capillita ni nada por el estilo, solamente veneraba la idea de un Dios que me ayudase. Pero también crecía en mí una frustración terrible contra esa figura impasible e inalcanzable que jamás hacía nada por mí; el resultado fue que con el tiempo, desarrollé verdadera inquina y rechazo a la idea de Dios, que si de verdad lo podía todo, no hacía más que putearme y ponerme piedras en el camino.
Luego, todo dejó de tener sentido. Como hicieran el Ratón Pérez, los reyes magos o papá Noel, Dios se unió a las filas de amigos imaginarios y criaturas de mito y leyenda que cada vez se me hacían más absurdas e inverosímiles.
Pero aún me ocurre, en momentos aislados de mi vida, que se me enciende una chispa dentro. No quiero escuchar a esa emoción, pero me consume brevemente... y luego se esfuma. Es realmente difícil decir que no creo en nada cuando es tan tentador que alguien me proteja, aunque sea mentira. A veces pienso que ojalá pudiera tener fe en algo.
Así que supongo que... no creo, aunque quisiera creer. Pero es una putada, porque si Dios existiera tal y como lo pintan... me parecería un capullo.