Recuerdo que cuando vine a Japón me indignó la lluvia, la humedad perenne y me enfadaron las bajas nubes grises. Se suponía que el cielo iba a ser lo único familiar de este sitio, y ni siquiera eso fue verdad.
Sin embargo, ahora creo que entiendo lo que quieren decir con eso de que el cielo es el mismo siempre. Cierro los ojos, me dejo acariciar por el calor del sol y aspiro el aire frío. Bien podría estar en casa haciendo esto mismo, no lo sabría a no ser que no abriera los ojos.
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