¿Será que estoy cansada del frío? ¿o será que estoy ansiosa de tu contacto? Por alguna de las dos razones, sueño continuamente que llevo puesto ese vaporoso vestido anaranjado de flores que me regaló mi hermana. Es verano, lo huelo en el aire, lo veo en la luz vibrante y cegadora que tanto he echado de menos desde que vine a Japón. Tumbada en su cama, alzo las piernas y la tela se desliza suavemente hasta mi viente, donde queda arrugada. Luego, un par de manos blancas y cálidas se abren paso por la piel de mis muslos hacia las caderas, suben por debajo de la tela, y parece que el mundo ha estallado en llamas, o que hubiera una tormenta eléctrica dentro de mi cuerpo. Siento más vivas las partes que están en contacto con él que el resto de mi anatomía, una conciencia vibrante de su calor, la incertidumbre de no saber hacia dónde se moverán sus manos ahora.
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