A veces tengo la sensación de estar hecha de un cristal muy fino y agrietado, como si cualquier pequeño roce pudiera romperme en mil pedazos. Intento convencerme de que soy más fuerte y capaz de lo que yo misma creo, pero la realidad es que se me dan mejor los sprints que las carreras de fondo, y ya no tengo oxígeno ni para dar un paso más.
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