Hay una razón por la que me gusta escribir cartas de amor, y también la hay para que nunca las entregue o las envíe. La primera, es que escribir forma parte de mi manera de racionalizar mis propias emociones y reflexionar al respecto; la primera y única de las terapias que traté de seguir y que he mantenido incluso después de dejar de ir al psicólogo. La razón de que ni tú ni nadie hayáis recibido nunca las misivas es que sé que está todo dicho en la historia del Amor, que es predecible y cursi y siempre me da mucha vergüenza. Pero las tengo, están fechadas y guardadas, algunas perdidas entre papeles, otras en formato digital; y son tan tuyas como mías.
Si tú las quieres.
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