¡Ya llegó la feria! A decir verdad, está a punto de terminar. Me gusta tanto que, mira, voy a dedicarle una entrada. Por fin algo un poco más feliz, ¿eh? Aprecio el acontecimiento porque es una de las pocas cosas en que se me podría considerar normal. No solo porque me gusten las atracciones (que también) sino porque no me corto. Me gusta el ambiente, reírme, el rebujito, y sobre todo, bailar. No me gusta el flamenco ni las sevillanas, pero sí resulta divertido. Desde hacer un poco el tonto con alguna amiga hasta bailar en serio, paso por paso, sintiendo el vuelo del traje. Sientes la música, el súbito impulso de sonreír, girar como una peonza, tocar las palmas y taconear. Aunque no me guste la sevillana.
La feria de Sevilla es mágica. La enorme noria, las luces, la adrenalina en las atracciones...velocidad, volteretas, colores, miedo...La barca Vikinga, El Inverter, el Giant XXL, el Top Gun, El Tiki Taka...Gracias a todos ellos, estoy afónica.
Ha venido bien. En eso pensaba mientras volvíamos en el autobús. Me dolían las piernas del roce, los pies por culpa de mis cuñas rotas, la garganta a causa de los gritos, y la cabeza por culpa del rebujito. Aún así, tenía la extraña sensación de flotar, de risa floja y bromas a flor de piel. Apoyé la cabeza contra el frío cristal y me arrebujé en mi mantoncillo rosa. La gente me mira, pero ya no muestran asco, miedo ni curiosidad. Me miran como a cualquier humana, cualquier gitana que sepa bailar, como a una adolescente un poco idiota. Cualquier chico podría fijarse en mí, no solo un heavy o un friky o...¿Qué digo? Quizás he bebido demasiado, me dije.
Y me concentré en recopilar las sensaciones vividas aquella jornada maravillosa. El sudor en las sienes, el calor, la gente, la sevillana atronando, y yo girando casi graciosamente con mis amigas y amigos.
Al estaba sentado en una silla, dándole vueltas al vaso de rebujito. Vacié lo que quedaba del mío de un trago y rellené el catavinos. Un trocito de hielo se coló en el vaso, que se impregnó de vaho debido a lo frío de la bebida. Respiré hondo.
-¡Vamos!-Le grité
Le cogí de la mano y le saqué al escenario. Por suerte, se sabía los pasos, y un poco confundido, me siguió durante las cuatro sevillanas, mirándome a los ojos todo el rato, con una mano vacilante en mi cintura.
Sonreí con ganas al cristal ante el recuerdo. Ahora Al dormitaba a mi lado. Su mano buscó a tientas la mía y nuestros dedos se entrelazaron. Yo no pude sentir gran cosa, sin embargo.
Miré por la ventana una vez más. Había comenzado a llover, formando surcos en el cristal, creando caprichosos dibujos. Tu rostro pareció dibujarse entre las gotas de agua, mirándome inquisitivamente, acusador.
"Te echo de menos" Quise decirle a tu imagen. Pero, como tantas otras veces, como tantas otras cosas, terminó por desvanecerse también.
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