sábado, 5 de mayo de 2012

Jueves.

El suave resplandor azulado de la pantalla de mi móvil iluminó mi habitación. Bizqueé. Aún eran la seis de la mañana. A una hora y media de levantarme, apenas había conciliado el sueño. Enterré el prehistórico teléfono bajo la almohada, y la repentina luminiscencia se extinguió.
Me di la vuelta una y otra vez. Al fin, vencida, me quedé tumbada sobre mi espalda, sintiendo el bulto de la coleta en la coronilla, mirando cómo el dormitorio se iluminaba lentamente. Tan solo se percibía un resquicio de cielo a través de las cortinas. Primero, azul intenso. Luego, rosáceo. Después, amarillo, y finalmente, celeste, como siempre. Resplandeciente, amplio, intenso. Y sin embargo, se me antojaba el mismo color desvaído de todas las mañanas. Los muebles, de un blanco nacarado, recobraron su brillo. Las azules paredes, color añil, parecían igual de envejecidas que siempre. Lo único que delataba la presencia de vida en aquel cuarto, eran las sendas montañas de ropa a los pies de mi cama y la de mi hermana, más prendas, vaqueros, cinturones y pañuelos en las perchas. Sudaderas y camisetas caídas al suelo en un brusco movimiento de pies.
Sentí vibrar el móvil antes de dar el primer timbrazo. La canción aumentó de volumen conforme pasaban los segundos, y mi hermana se removió a punto de despertarse. Gruñí, tanteé bajo mi cabeza, y alcancé el teléfono. Entrecerré los ojos al mirar la pantalla. <<Ea, ¡Para arriba!>> Las letras se me mezclaban. También la hora. Las siete y veinte. Estuve tentada de apagarlo y sumirme en ese sueño lento y profundo que tanto añoraba, sin sueños, pesadillas ni pensamientos. Pero, ¿para qué? Al final terminaría mirando al techo, invariablemente. Mejor hacer algo útil.
Me incorporé y, descalza, me encaminé al cuarto de baño para ducharme y vestirme.
Así comienza cada uno de mis días.
El vaho caliente se dibujaba en la mampara de la ducha, yo escribía tu nombre con la punta del dedo. Luego pasé la alcachofa, y el chorro de agua a presión desdibujó y disolvió, inexorablemente, mis trazos.
Salí de la ducha, resignada. Era el momento de máxima relajación, cuando el agua caliente se mezclaba con mi pelo, que se tornaba negro y brillante, y podía cantar o pensar en solitario. Me vestí, como cada día. Leggins rotos, medias de rejilla debajo. Converse All Star de bota, de color negro. Camiseta ancha de un grupo de Hard Rock.
Mientras me peinaba, hice memoria de mi larga noche, recordando los espacios en blanco. Recogí mi pelo en una coleta salpicada de densos tirabuzones castaños. Había soñado con él de nuevo, sí...pero esta vez se trataba de una pesadilla. Forcé la mente mientras luchaba con las horquillas para cabello rizado. Sí, él se alejaba de mí, sus ojos verdes me atravesaban como si tuvieran rayos X y yo me pregunto hasta qué punto me equivoco en mis decisiones.
En el exterior, el día se había tornado húmedo. Cuando alcé la vista, vi n suave manto de algodonosas nubes pálidas. Sin embargo, en el horizonte, una borrasca, de un gris turbio y amenazador, se cernía sobre las casitas adosadas del pueblo. Hacía más frío de lo normal aquella triste mañana de primavera. Por suelte, por una vez, me acordé de coger una chaqueta. Aunque me preguntaba qué pasaría si llovía.
Las horas transcurrieron tediosas en las clases. Las paredes de colores desvaídos. La aburrida cháchara de los profesores. Apuntes precipitados. Un examen hecho al azar. Los nervios de una exposición. Las risas del alumnado. Las bromas con algunos de los maestros.
Los jueves son días duros. Sociales, Lengua, Francés (optativa), Matemáticas, Educación para la ciudadanía y Naturales. Todos los días lectivos son iguales, y todos son diferentes. En sociales hacemos actividades invariablemente, en lengua tocó un examen. Pasada la tensión, todos nos sentimos mucho mejor. En optativa ignoramos a la malhumorada profesora, nos metemos en Tuenti desde la BlackBerry de mi amiga Megu. En matemáticas, la bruja nos manda trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo. Teoría y práctica, y deberes también, completito para no aburrirnos el fin de semana...aunque no haya peligro. ¿Ciudadanía? Disertaciones filosóficas por grupos distribuidos en el colegio. Improviso tesis, antítesis y síntesis. Luego nos tumbamos en los duros y fríos bancos de piedra a contemplar el cielo plomizo, bromeando como siempre. Y por último, Naturales, Geología, con sus rocas calizas, su meteorización, su modelado, Erosión Transporte y Sedimentación...
Chispeaba levemente cuando salí de clase. Maldije. Ni capucha ni paraguas. Qué lista que soy, pensé con ironía mientras me ajustaba la fea mochila al hombro. Me encogí de hombros. Siempre podía volver a planchar mi flequillo, artificialmente lacio.
La lluvia se hizo más intensa y yo aceleré sobre el resbaloso tramo de la avenida que conducía a mi urbanización. Los coches formaban un concurrido atasco en las zonas colindantes al colegio. El aparcamiento del mismo y las tres puertas estaban abarrotados.
Mi pelo goteaba ociosamente sobre mi espalda, casi a la altura de los omoplatos. Sentí un chapoteo detrás de mí y aminoré el paso, consciente de que alguien me seguía. Siempre me gustaba volver a casa sola (siempre que no me interesase que esa circunstancia cambiara) escuchando mi música o pensando en mis cosas. Bastante tengo con fingir alegría y sonrisas en clase.
Mi ex novio detuvo sus largas zancadas cuando llegó a mi altura. Ni siquiera había perdido el resuello.
-Pensaba que llevabas los auriculares
-No tengo batería-repliqué secamente.
El pobre no se merecía aquel trato por mi parte. ¿Qué va a saber él de mis extravagantes cambios de humor? De modo que traté de suavizar el tono.
-Te ha salido muy bien la exposición del modelado fluvial.
-¿Sí...? Gracias, aunque la verdad es que...
E inició su inacabable parloteo. Es algo a lo que nunca he llegado a acostumbrarme. Su voz es suave y monótona, y siempre ha hecho que me amodorre como si me acunara. Suele hablar en voz baja, y se me hace difícil seguirle desde el comienzo, y suele saltar de un tema a otro siguiendo los complejos razonamientos de su cerebro de Alto Coeficiente Intelectual.. Con frecuencia habla de cosas que sólo él entiende o solo a él le hacen gracia, y eso hace que su charla me aburra. Siempre acaba hablando sobre alguna serie anime. Adoro el anime, pero tampoco conozco tantas series como él, y me pierdo entre títulos y argumentos.
Al fin llegamos al paso de peatones donde se bifurcan nuestros caminos. Un efímero claro consiguió detener la lluvia unos instantes, y me despedí de él con un rápido abrazo.
Al llegar a casa y después del almuerzo, así mi libro y me retiré a mi habitación. Me enfrasqué en la lectura que había terminado la noche anterior, siempre me ha gustado releer los libros. Éste, en concreto, se basa en un terreno siempre frío, nieve y hielo todo el año. Todo Etéreo y sin sustancia. La aridez y la tristeza casi se contagian a mi carácter, que tiende a ensombrecerse con relativa facilidad. Cuando palpé mi piel, la sentí cálida, percibía el rápido redoble de mi corazón en las venas de mi muñeca. Por una vez, valoré todo eso. No volveré a despreciar el calor y el verano.
Suena otra de mis alarmas. Diantres, eran las cinco. En media hora tenía que estar en la academia de inglés. Es una pérdida de tiempo, Colin, mi antipático profesor, sólo atiende a los alumnos con dificultades. Me ignora el 95% de las veces, y eso debería agradarme si mis padres no se dejaran casi mil euros por esas clases a petición mía.
Esta no fue una ocasión aparte. Mi rubio amigo se volvió hacia Marcello y Fernando y les ayudó a preparar la exposición “Change! You will talk the first ones of your group, your class...it has to be dinamic, with movement...”. Yo ya tenía la mía preparada, y mi vecino de enfrente y compañero estaba estudiando su parte. Bufaba, se distraía constantemente, se aburría en definitiva. Comenzó a charlar conmigo. Suelo permanecer en mi hermético silencio, que solo se interrumpe si alguien me pregunta. Aquel atardecer nublado era particularmente bonito.
-¿Eres virgen?-me preguntó de pronto.
No pude responder inmediatamente. Probablemente, como efecto de la sorpresa. Me sonrojé y valoré mis opciones. Mandarlo a meterse en sus asuntos venía a significar un “no”. Opté por ser sincera.
-Sí, lo soy.
Pero mi voz flaqueó y yo me sonrojé más aún. Pero aún: se me escapó una media sonrisa.
-¡Uy uy uy! ¡Y esa sonrisa! Algo ha pasado...
-He dicho que soy virgen, pero no una santa-aclaré con voz ronca
Guardó silencio antes de volver a la carga.
-¿Alguna vez te has emborrachado?
-No bebo.
-¿Y fumas?
-¡No!
-¿Por qué no? Todo el mundo lo hace
-No me reporta ningún beneficio-repuse fríamente.-Y yo no soy “todo el mundo”.
Sólo se oyó la voz queda y exasperada de Colin durante unos instantes “No, no! Try again, without the paper!”
-¿Y tus amigos?
-Sí, la mayoría.
-¿Tienes novio?-inquirió seriamente.
“¿Qué pasa, ya te molo?” Quise preguntar, sarcásticamente.
-No-respondí, sincera de nuevo. Por si acaso, me dispuse a mantenerlo lejos:- Pero ya me gusta alguien.
Esperaba haber puesto bastante énfasis en “gustar” para que entendiera la realidad. Sus cejas se desplomaron, y prosiguió con el interrogatorio.
-¿Te gusta leer?
-Lo adoro.-mi voz denotaba fervor.
-No sé qué le ves. La tele lo cuenta resumido.
-Quizás es...ejercitar la mente, la imaginación, viajar a otro mundo, olvidar todos los problemas, que el alrededor se esfume, olvidarte de que existes, sumergirte en otra historia, aprender...
Su necedad me puso la carne de gallina. Supuse que mi expresión debía ser la de una psicópata obsesiva, por lo que se volvió a su folio y garabateó caritas en el margen.
El reloj dio las siete y Colin nos condujo hasta la salida. Yo siempre caminaba a la cabeza de la fila, por ser la única que no remoloneaba y por las ganas de irme del lúgubre edificio.
-How long is your presentation?
-It's about two pictures. The first part doesn't need photo. The second one is about Charles Richter and the last one y the square of the impacts.-Expliqué, en mi fluido inglés.
-It's not bad...okay, see you on Tuesday. Goodbye
-See u-repuse, alzando la mano a modo de despedida.
El resto de la tarde la consumieron mis deberes y el ejemplar de La Emperatriz de los Etéreos. Poco hay que decir. Ahora estoy en mi camita, total, a la una larga de la mañana. El libro está en el suelo, y a mí casi se me caen los ojos.
Pero, ¡eh! Mañana es viernes :D

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