Qué bonita está la luna hoy.
No sé porqué, no puedo dejar de pensarlo. No puedo dejar de contemplar, embelesada, el halo plateado de su tenue luminiscencia. Hoy, ni siquiera los jirones de nubes pueden manchar su inmaculado brillo. Como si fuera la única cosa pura y sincera a que atenerse.
¿Había algo de febril en mi mirada? Mi amiga me miraba como si estuviera loca. Esa preocupación, con una chispa de incredulidad, tiñendo sus ojos negros. Respiro hondo y le dirijo una sonrisa, cansada. A veces no podemos evitar ser víctimas de nuestra mentira. A veces, queremos ser fuertes. Pienso mientras me balanceo con desgana sobre el columpio. Voy aumentando la velocidad, pero yo apenas me percato, mas por la fuerza del viento que lanza mechones de mi pelo contra mi cara, me azota el rostro. Lo siento frío y vacío.
Fingimos. No sólo yo, sino la raza humana. Hoy, hablaba con él de eso. <<No tienes que fingir nada>> le dije, casi enfadada <<No tienes que demostrar que eres fuerte>> Supongo que malinterpreté sus motivos. Reflexiono. No quiero preocupar a mis amigos. Su respuesta resuena en mi mente como si estuviera a mi lado. Los amigos. A veces da la sensación de que eso sólo existe en otras galaxias, tal como habla la gente de ello. Yo no tengo secretos con mis amigos...bueno, con los de verdad. Y miro de reojo a la chica de cabello castaño y ligeramente ondulado que mira al suelo con los ojos lacrimosos. La luna se refleja en sus ojos, que parecen lanzar destellos. Hace brillar su pelo. Me estremezco. La temperatura no debe sobrepasar los cinco grados, nubes de vaho se alzan en densas espirales para fundirse con el cielo. No me siento la cara, ni las manos, pero da igual, me sigo columpiando, para alcanzar la luna, unirme a ella, esperanzada, deseando volverme pura y blanquecina, ser sincera, al menos conmigo misma.
Qué bonita está la luna esta noche, pensé de nuevo.
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