Paso el brazo por encima de él cuidadosamente y tanteo. Vaya, casi no tiene espacio. Con cuidado, me giro hacia la izquierda y me muevo más cerca de la pared; pero él no me deja. Se vuelve hacia mí y adapta su cuerpo al mío, envolviéndome en un abrazo de oso. Hace mucho calor, pero ni asándome en el infierno me movería de aquí.
Murmura. Vagamente me pregunto qué estaba soñando para balbucear en sueños.
-... Is. Riih.
Eso suena casi como una interpretación distorsionada de mi nombre. Miro su cara, buscando algún signo de conciencia, pero nada en los labios entreabiertos y la expresión apacible indica que esté despierto. De pronto aspira bruscamente, y el ronquido repentino me asusta. Vale, está dormido.
-...iempe con...go
- ¿Cómo has dicho? - susurro bajito
Durante un buen rato no hay respuesta. Fuera creo que empieza a clarear. No he tenido ninguna pesadilla en dos días y sé que es porque él está aquí, protegiéndome de mi monstruoso subconsciente; aunque ni por esas logro dormir mucho. Estoy relajada, sin embargo, muy a gusto.
-Voy a estar siempre contigo.
Eso ha sido bastante claro, y miro rápidamente sus ojos, esperando dos iris de caramelo mirándome con su brillo somnoliento, pero no. Su expresión no ha cambiado un ápice, su corazón sigue latiendo despacio bajo mi oreja. No parece que esté gustándome ninguna broma. Una sensación extraña y muy intensa se despliega en mi pecho. Algo dulce, espeso, cálido, picante. Como flores pujando por crecer, como el vaho nocturno impregnado de olor a Jazmín. En estos momentos, juraría que una estrella arde bajo mi piel.
-Y yo también.
Le doy un besito en ese labio suave y expuesto, y él frunce la boca y se aparta un poco, arrugando la nariz. Mejor me estoy quieta por un momento... Hay todo un mundo haciendo malabares dentro de mí.
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