En lugares fríos, como el suelo del baño, mi humeda habitación o la sala de espera de una UCI cualquiera.
Mi pena, amiga conocida, se me acurruca y abraza en el pecho, a veces no puedo respirar, pero se lo perdono porque a veces no controla su fuerza, como yo.
Me hace llorar cuando menos lo espero y necesito, pero es que ella es poco sutil, como yo.
No pasa nada, nos conocemos y nos acompañamos. Estamos de acuerdo en que yo tiraré del cuerpo fuera de la cama, da igual las fuerzas que tenga; y ella tratará de no asfixiarme del todo.
Y así en fino equilibro, con respeto y paciencia, nos olvidamos de nuevo de que un día no existimos juntas.
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