- ¡Has sido bendecida con un dosel de pepinos! -. Exclamó entre risotadas
Eva se reía, evidentemente. Yo contándole mis diatribas y dramones románticos y Eva... se reía.
Es que es para reírse. Es una broma del destino. Una maldita bravuconada del mundo, una auténtica jugarreta de la vida, como diría ese personaje tan tonto de aquel otro libro aún más tonto. He sido maldecida con un dosel de pepinos, como quien visita las huertas del Porzuna; ironías añadidas, tengo un suspiro atascado en el pecho y no me puedo concentrar.
Tanto por decidir...
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