Inseguridad y ansiedad, para mí, van de la mano. Cuando dudo hasta de mi hersona, todo mi entorno parece incierto, acrecentado, además, por la nebulosa sensación que acompaña a la carencia de sueño, esa de estar viendo el mundo desde el húmedo interior insonorizado de una sauna turca.
¿Verdaderamente he dicho eso?¿le he ofendido? Cuando queda bastante claro que sí, me cuestiono todo lo que sé de mí misma. Me pregunto si el problema es que tengo poca personalidad y por ello mismo robo rasgos de otras personas. Me pregunto si hay otro modo de exteriorizar esta pena y esta rabia que parecen seguirme a todas partes; por qué no puede la contención ser lo mío, por qué no puedo mantener mi fachada de silenciosa y displicente joven durante mucho tiempo. Por qué soy así, por qué no puedo cambiar.
Pero, ¿quiero dejar de ser yo?
Quiero... silencio. Silencio y quietud y tiempo. Hasta ahí tengo claro. Hasta ahí podemos leer.
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