Es mucho más fácil enfadarse cuando tienes un culpable al que dirigir tu frustración. Alguien que te lo ha quitado todo. Cuando no, cuando ha sido la combinación de circunstancias y casualidad lo que te ha puesto en un callejón sin salida, no tenemos más remedio que resignarnos. Son los pequeños momentos lo que irán limpiando esas manchas de pena que campan a sus anchas por los márgenes de mi memoria.
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