Cuando llamaron a mi puerta, ni siquiera tuve tiempo de secarme las lágrimas. Mis dos compañeras de residencia entraron borrachas con ánimo de seguir bebiendo en mi habitación; pero al verme se detuvieron en seco. Por su expresión diría que nunca habían estado más sobrias.
Ya hace quince minutos que se fueron, son más de las dos de la mañana, y (cosa rara), el sueño es el único que no llama a mi puerta hoy. En esta hora y media han dicho muchas cosas y ninguna de ellas es fácil de olvidar.
He tenido todo el mes para tomar la decisión y por fin lo he hecho. Siento que en lugar de tener que pelearme entre seis y doce meses, estaba eligiendo entre bae y yo. Volver antes por él (por nosotros), o aguantar el tirón por mí misma.
Da igual cómo lo piense, esto va a ser jodido. Dicen que un año pasa despacio hasta que miras hacia atrás y te das cuenta de todo lo que has vivido, pero los meses previos a venir aquí parecen tan interminable como los que me quedan. Sin embargo, siento que si desaprovecho esta única oportunidad que tengo de estar aquí, después de todas las horas que he pasado esforzándome por esto, no podré perdonármelo jamás. Estaré sacrificando la oportunidad de demostrarme a mí misma que soy fuerte y capaz, de crecer como persona y aprender lo que parece imposible.
Así que allá voy. Espero estar tomando la decisión correcta. Espero no estar eligiendo entre mi relación y mi carrera, porque ese es un problema al que pensaba que no tendría que enfrentarme en mucho, muuuucho tiempo.
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