Siempre que ha ocurrido algo malo, he estado triste. Es lo natural al fin y al cabo, en caso contrario tendría un corazón de piedra y acero.
Pero siempre he sabido que pasaría. Que dejaría de llorar cuando tropezase, que las personas que me dejaran iban a ser sustituídas tarde o temprano. Solo quedaba echar de menos, y luego dejarlo ir.
Luego vendría algo nuevo, algo que me motivase lo suficiente, experiencias que quería sentir.
Pero esa consciencia no significa que deje de doler. Que pierda mi resistencia, y me desgaste. No quiere decir que haya momentos en los que no quiera seguir adelante para darle la oportunidad al tiempo de hacerme daño.
Como ahora.
miércoles, 23 de abril de 2014
That Way
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