Aprieta mis dedos tanto que sus nudillos se ponen blancos. Junto a su rostro, mi mano parece demasiado grande, todo mi cuerpo lo es. Sin embargo, eso es ahora algo bueno, así puedo abrazarla y cogerla como si yo fuera su madre, y no al revés. Me gusta pensar que también puedo cuidarla.
Sí, eso cura mi impotencia, por poco que sea.
En algún momento, sus labios encuentran mis dedos, y siento la delicada presión de sus besos.
Incluso dormida, no me suelta en ningún momento. Incluso dormida, me protege, como si supiera lo que pasa por mi mente en este momento.
Me muerdo el labio con fuerza, duele. Pruebo mi sangre.
Quiero ser mayor, pero mis ojos se llenan de lágrimas tan fácilmente como antes, como siempre.
Mi pecho se estremece, duele.
Sin embargo, ahí acaba todo. Mi labio deja de sangrar. El aire vuelve a mis pulmones. El aguijón del llanto me da un respiro.
Aunque mamá no deja de besar mi mano con sus agrietados labios.
Espero que no deje de hacerlo nunca.
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